Capítulo Tres: Tal vez la chica ya ha llegado.

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Cuando llegó a casa en la tarde, el recuerdo de ella diciéndole su nombre se repetía cada vez más en su cabeza, recordó las manos que vio mientras recogía los papeles que le había hecho tirar, los dedos de Sky no eran tan largos, ni muy delgados, ...

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Cuando llegó a casa en la tarde, el recuerdo de ella diciéndole su nombre se repetía cada vez más en su cabeza, recordó las manos que vio mientras recogía los papeles que le había hecho tirar, los dedos de Sky no eran tan largos, ni muy delgados, tampoco eran gruesos, tal vez si eran pequeños, pero sus manos sin duda eran muy bonitas, pensó en el anillo y nada más entrar a su casa subió las escaleras de esta en dos en dos.

Abrió el cajón de su ropa y rebusco al fondo, en la esquina derecha topándose con la cajita, la deslizo por debajo y la pudo ver, la misma que había llegado a sus manos hace cinco años, pocas veces la sacaba pero cuando lo hacía era para recordar a sus abuelos, él quería a alguien que fuera como ellos, que se acompañaran durante toda la vida, pudieran ir a caminar al muelle de la ciudad de noche, que lo apoyara en sus peleas, así como el apoyaría sus sueños, quería a alguien que fuera de inspiración para escribir un libro, escribir algo que aún no se haya escrito.

Abrió la caja y pudo ver el familiar anillo con forma de corona, nunca se cansaría de verlo, lo sacó con delicadeza analizándolo, en su mente imagino el anillo en la mano de Sky, con las uñas de blanco; trató de medir el hueco del anillo, ¿Ahí entraría los dedos de Sky?, al mirarlo pensó que no, que era un poco más grande que los dedos de Sky que recordaba, pero después de mirarlo por un tiempo más se dio cuenta de que tal vez si le quedaría. Volvió dejarlo en la casa frustrado, era muy difícil tratar de mirar si le quedaría por medio de los ojos.

Cerró la caja con un suspiro y volvió a dejar la caja en el puesto, cuando ya la estaba poniendo en la esquina escuchó una voz.

— Has entrado como loco y ni me has saludado. — Le dijo su hermano Max en la puerta con los brazos cruzados. — ¿Qué tienes ahí? — Dijo meneando la cabeza para ver que hacía su hermano mayor.

— Nada. — Dijo rápido dejando la caja. — Solo acomodaba mejor la ropa, ¿Ves?  — Puso las manos en la camisa que tenía encima de la caja.

— Entonces... ¿entraste a la casa así de rápido para acomodar la ropa de tu cajón? — Su hermano  enarcó la ceja.

— No, no, no seas tonto. — Dijo cerrando el cajón. — No lleve mi celular y pensé que lo tenía aquí, pero me acabo de acordar que lo deje en la casilla del gimnasio. — Dijo eficazmente.

—  Ahh ya. — Asintió. — ¿Vamos a almorzar? — Dijo él señalando las escaleras.

— ¿Ah? — Dijo Axel desconcertado. — Ah ya, si, si, vamos...

Por andar pensando en la rubia se había olvidado de que tenía que ir a almorzar con su hermano, ellos no tenían cocinera y su mamá no dejaba el almuerzo hecho, Axel a veces cocinaba pero ese día no habían comprado los ingredientes necesarios para hacer un almuerzo decente así que Axel había invitado a su hermano a almorzar de camino al colegio.

Cogió las llaves de su moto y la prendió. Esa moto era muy importante para él, la había comprado con sus ahorros de lo que ganaba en las peleas, había ahorrado para una moto, a su mamá no le gustaba nada pero a él, a él le encantaba las motos y se había dado el lujo con aquella moto negra que llevaba

MI RUBIAWhere stories live. Discover now