1. Antes

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RAOUL

Paz.

Eso es lo que siento cuando canto. De hecho, eso es lo que estoy sintiendo ahora mismo, aquí, plantado en medio del salón, cantando la canción que lleva repitiéndose en mi cabeza los últimos días.

En estos momentos es cuando me siento más cerca de mí mismo, en paz, ya que la angustia que tengo instalada en el pecho desde hace algún tiempo afloja su agarre y me permite respirar sin dificultad.

Esta mañana me he levantado y lo primero que he hecho ha sido dar una vuelta por casa para asegurarme de que estaba solo. Mis padres han tenido que ir al centro a comprar unas cosas y mi hermano ha quedado con una chica que conoció hace poco en el trabajo, así que tengo la casa para mí un par de horas. Y eso solo puede significar una cosa...

Sonrío a mi reflejo cuando llego al espejo del pasillo y sigo cantando mientras avanzo hasta el comienzo de las escaleras.

Porque sí, me encanta cantar, adoro cantar, pero no soy capaz de hacerlo delante de nadie, ni siquiera de mis padres. De hecho, solo de imaginar la situación puedo notar mi cuerpo temblar.

Subo un par de escalones y doy una vuelta completa al ritmo de la canción.

Comunicación audiovisual. Eso fue lo único que se me ocurrió cuando tuve que elegir qué estudiar. Decidí que, en vista de que sería incapaz de cantar subido a un escenario, quizá mantenerme detrás de él también podría hacerme feliz. Y lo de cantar... bueno, siempre me quedarían los conciertos improvisados en casa.

Cuando ya casi voy a acabar la canción, bajo los escalones rápidamente y me dirijo de nuevo hacia el salón dando saltos.

Me coloco de pie en el centro, delante de mi público invisible, cierro los ojos para ahuyentar la vergüenza que consigue colarse en mi mente incluso cuando estoy solo, y termino la canción.

La casa vuelve a quedarse en silencio y yo me limito a sonreír. Sin duda, este es uno de mis momentos favoritos, la paz que viene después de dar rienda suelta a una faceta de mí que mantengo silenciada la mayor parte del tiempo.

La paz que me da ser yo.

Ya respiro algo más tranquilo cuando me dejo caer en el sofá, pero no dura mucho el tiempo de descanso, porque se oyen unos golpes en la puerta.

—¿Alfred?, ¿qué haces aquí?, ¿habíamos quedado? —pregunto confuso al abrir la puerta y verlo ahí plantado.

Busco en su cara algún rastro de humor, señal de que haya oído algo del concierto que me he montado, pero solo veo los ojos de mi mejor amigo que me miran con un poco de... ¿preocupación? Algo así.

Me relajo visiblemente, aunque no puedo evitar sentir una punzada de decepción por ser tan cobarde con este tema.

—Hola tío, no habíamos quedado, pero es que... tenemos que hablar —contesta con una sonrisa culpable.

—Ay dios, ¿qué tramas? —pregunto expectante, y él deja escapar una risa—. Anda, pasa y me cuentas bien, que me estás dando miedo.

—Tío, te he conseguido un trabajo —dice sonriente cuando nos tiramos en el sofá.

—¿Qué dices? Pero eso es genial, ¿dónde?

—A ver, en un par de días va a empezar la gira de un cantante bastante famoso y resulta que hace un tiempo vi que estaban pidiendo gente joven para formar parte del equipo que le acompañaría durante los seis meses que durara la gira. Y el caso es que... ¡nos han cogido! Entiendes lo que te digo ¿no? Seis meses de trabajo fijo, Raoul.

Sing with me | RagoneyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora