Regreso y Despedida

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No les tomó demasiado encontrar las rocas, que estaban en pequeños cráteres cerca del claro calcinado donde encontraran al ilusionista Sommer Radafast. Este se había debatido con las cuerdas luego de que todo quedó aclarado, clamando que no era necesario mantenerlo cautivo y que se comportaría. Kwen desconfiaba pero aun así lo dejó estar y se retiró con Maldeleine del lugar para encender una fogata con la cual convertirían el calor en energía para sacar los diamantes.

Las rocas no eran demasiado grandes, probablemente habían sufrido algún daño con el cambio atmosférico y reducido. Eran del tamaño de una cama, negras como el carbón, cosa que Leonard vio como algo positivo. Entre Kwen y él se dedicaron a romper las rocas, con lo cual hasta el viejo Sommer los ayudó, bajo la supervisión mental de Andrés y el ceño fruncido de lord Thilbrunen, cuya amenaza estaba implícita en su mirada. De hecho este planeaba llevarlo a G'aia y someterlo a juicio por el hecho de haber quemado acres de bosque y asustado a los oriones. Leonard logró, a través de muchos halagos y florituras, convencerlo de lo contrario. No era necesario, razonó, que se le sometiera a juicio y luego a encarcelamiento cuando con su magia podría hacer mucho más bien que mal y reparar todo el daño hecho. Además sus conocimientos de magia eran bastante útiles para el Ilyceum, si llegaban alguna vez allá nuevamente, y valdría la pena tenerlos por escrito. No conocían muchos magos capaces de usar ilusiones y no les extrañaba poder encontrar una forma de potenciarlas y hacerlas más realistas para que ni siquiera una genio como Kwenthrieth pudiese darse cuenta de que era una realidad distinta. Esta concordaba con que valdría la pena, y que sería un paso más cercano a la sabiduría que la convertiría en la siguiente Sabia. Al pensar en ello retornó a aquella conversación dos días antes con el rey Alaric, en el que él mencionó que existían tres sabios de los cuales solo dos eran conocidos por ellos. Le planteó esto al mago ilusionista, que se encogió de hombros y dijo:

– Sé que existen tres Sabios. De hecho creo que es una especie de regla, una de las brujas más ancianas mencionó que el Multiverso tenía este tipo de reglas y configuraciones que no podían evadirse. De hecho sé solo el nombre de uno de ellos: Robinson Silver. Cuando escuché el nombre de los otros dos mi mente se dará cuenta de que son los dos Sabios restantes, pero no antes.

Extrajeron los diamantes en bruto en menos de cuatro horas, cuando el sol ya estaba en su máximo punto, marcando el mediodía. Sommer recogió sus cosas y los acompañó en una procesión mucho más animada hacia la ciudad de G'aia. Para cuando el sol estaba hundiéndose en el oeste ya se divisaba el gran árbol Zor Eltar. Las luces ya podían verse como pequeños puntos blancos, como estrellas que descendiesen a posarse en el tronco y las raíces del gran árbol para dormir junto a él. Sommer se cautivó, diciendo que ni siquiera los fuegos fatuos conjurados por las brujas eran tan atrayentes como aquellas pequeñas y vacilantes luces.

El hambre los hacía sentirse mareados, así que caminaron a toda velocidad entre las avenidas y los arcos formados por las raíces de la gran ciudad de G'aia directo al castillo. La voz se debió de correr rápido por las mentes de todos los oriones que los miraron, ya que todos los ojos rasgados de aquellas gentes se posaron fijamente en ellos, especialmente en el nuevo integrante. Leonard pensó que probablemente Thilbrunen los estaba alentando a odiar al pobre hombre un pensamiento a la vez. Para cuando llegaron al castillo fueron recibidos por el rey Alaric y la reina Lirazel, cuya sonrisa había desaparecido, convirtiendo su rostro en un espectro amenazador que combinaba a la perfección con el semblante serio de su esposo. Ambos estaban en sus respectivos tronos en la gran sala y casi una docena de guardias esperaba sus órdenes en las cercanías. Thilbrunen tomó la palabra luego de que los magos saludaran a los reyes, indicando que el perpetrador de todo el daño hecho al bosque debía sufrir un castigo ejemplar por su osadía. La reina asintió, pues estaba de acuerdo con la opinión del lord, que sonrió complacido de su influencia y se alejó unos pasos para darle la palabra a la reina.

Un Viaje a los Bosques de G'aiaWhere stories live. Discover now