Un Giro Inesperado

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Se quedaron dormidos luego de comer las bayas de ilutá, que eran tanto dulces como saladas y embriagaban un poco. Los oriones parecían estar acostumbrados a ellas, pero no sus visitantes, que se quedaron dormidos luego de ingerir al menos siete cada uno. Thilbrunen estaba sorprendido, ya que los suyos solían embriagarse con solo cuatro. Como orión que era, olvidó mencionar aquella propiedad a Leonard y los demás. Solo Andrés se abstuvo, ya que se puso a meditar para sentir la vegetación a su alrededor y regresó en si cuando ya sus nuevos amigos estaban total y profundamente dormidos por el efecto de las bayas. Leonard creyó recordar al omnimante recriminarle esto al lord en voz baja, pero pensó que era un sueño. Cuando despertaron estaban descansados y con un ligero dolor de cabeza que la luz del sol naciente empeoraba a ratos, pero fue cediendo más rápido de lo que pensaban, contrario a las leyes de la embriaguez. Thilbrunen les dijo el efecto de las bayas era bastante bueno, ya que mientras más se comían menor era la resaca del día siguiente. Se levantaron de sus camas hechas de hojas grandes de arbusto y miraron a la zona de los dragones. Estos seguían durmiendo en la misma posición que los viesen por primera vez la noche anterior. El único cambio era la hoguera, que ya se estaba apagando por falta de leña. Thilbrunen vio su paciencia mermada, ya que se levantó y contra todo pronóstico se colocó justo frente a las fauces humeantes de uno de los dragones y carraspeó. El terror invadió a todos, que no sabían si regresar a su escondite o seguir al lord. El dragón abrió los ojos, de un rojo sangrante sin pupilas, y rugió por lo bajo, haciendo pequeñas lenguas de fuego salir de entre sus dientes marrones. El lord ni se inmutó, solo retrocedió unos pasos e hizo una inclinación a modo de saludo y respeto. Los otros se le unieron.

– Soy Thilbrunen, lord de las tierras del norte, consejero de Sus Majestades el rey Alaric y la reina Lirazel. Vengo a hablar con el líder de esta...manada, en nombre de mis soberanos para establecer los términos de paz, si es paz lo que buscan.

El gruñido del dragón, parecido al de un perro rabioso, se hizo audible. Miró con movimientos de cabeza a los intrusos, como ponderando cuántos sería capaz de calcinar, cuando una voz surgió de su garganta. La lengua se movía, pero no las fauces.

– Son muy intrépidos al venir aquí sin invitación. Pero me parece excelente tener desayuno en la cama para variar.

Abrió las fauces y una luz amarillenta surgió de la garganta de la bestia. Thilbrunen retrocedió asustado y Leonard se colocó justo frente a las llamas nacientes. Con un movimiento de la mano dividió el chorro de fuego en dos y luego hizo que estos los rodearan y salieran despedidos hacia los aires. El dragón los miró sorprendido y habló nuevamente al erguirse:

– ¿Cómo se atreven?

El monstruo rugió, despertando a sus otros compañeros, que gruñían amenazadoramente. Maldeleine se puso frente a dos, dispuesta a devolverles las llamas que lanzaran directo a sus gargantas si la atacaban. Witty, aunque asustado preparó mentalmente el hechizo que detenía el tiempo por cinco segundos para tomar una de las rocas de la hoguera y lanzarla a sus ojos de reptil. Pero fue Kwen quien gritó:

– ¡Alto!

Todos se sorprendieron, incluyendo los dragones, que cerraron las fauces y escucharon.

– ¡Muéstrate o te obligaré a hacerlo!

– ¿Qué estás haciendo, Kwen? –Preguntó Leonard sin bajar las manos que apuntaban hacia el dragón parlante– ¿Quién debe mostrarse?

Kwen sonrió con malicia y respondió:

– El ilusionista que está detrás de la cortina de esta obra macabra.

Todos la miraron sin comprender. El dragón que estaba frente a Leonard inhaló audiblemente, dispuesto a lanzar una llamarada, pero Kwen fue más rápida. Inhaló también y luego, cuando liberó el aire, los dragones se desvanecieron en chispas de color, el claro quedó completamente desierto excepto por una figura agazapada justo frente a Leonard, con las manos extendidas y una pequeña llama en las palmas. Las miradas se posaron en él. Era de baja estatura, corpulento y con una espesa barba rubia que se extendía hasta su pecho. Los ojillos verdes estaban asustados y una capa de sudor cubría su frente hasta donde el cabello empezaba a ralear.

Un Viaje a los Bosques de G'aiaWhere stories live. Discover now