Hice una mueca.

¿Por qué tenía que tener la razón?, ¿acaso ese era su hobbie, tener la razón ante todo?, ––patán de mierda––.

––Tal vez eso pensé––hablo rodando los ojos.

––¿Qué tengo que hacer por ti, para que me dejes ir?––me atreví a preguntar y aunque fue una pregunta estúpida, necesitaba por igual una respuesta estúpida.

––Comportarte, sonreír y saludar––dicho esto se dirigió a la puerta y como si lo hubiera planeado todo, la abrió con lentitud y me volvió a mirar––entonces, puede ser que tal vez te vayas.


Narra Harry:

Mire mi reloj esta vez impaciente, no podía ser, era mi primera ''obra de caridad'', no podía llegar tarde, ¡pero me importaba mierda!, era dueño de un casino ––por así decirlo, robaba a las personas ingenuas que no sabían administrar su dinero, claro, en el casino–– no me gustaba ir a fiestas de beneficencias, esas personas también robaban la mitad de lo que se recaudaba allí, todos en este mundo quieren más, sin duda alguna.

_____ bajo por las escaleras tras los insistentes gritos que le dirigí a ella y a Alicia para que pudiéramos llegar al menos cinco minutos antes de que se acabara la celebración o como fuera que se llame.

Tenía que admitirlo, esta niña tenía lo suyo, aquel vestido que no había visto mientras buscaba con furia interna algo para ella dio en el blanco, ––la pelinegra de la tienda tenía razón, le quedaba bien el rojo–– pero había algo que no me permitía verla con ojos de superioridad, dieciséis.

Y aun no estaba tan aburrido para ir a la cárcel por pedófilo y sexópata.

Las pocas veces que la había mirado habían sido suficientes como para que me reprendiera internamente, pero yo era cuidadoso, los años me habían dado experiencia, yo sabía pensar con la cabeza fría.

Su cabello castaño estaba recogido en una especia de corona en forma de trenzas, peinado típico de Alicia, el vestido hacia resaltar su cintura ––la cual no estaba nada mal, en realidad, hermosamente perfecta–– los tiros de su vestido caían un poco más debajo de sus hombros, se veía un poco más alta, pero seguía siendo más baja que yo y Alicia, estaba maquillada a la perfección, sus labios, de un rojo carmesí, hicieron que perdiera la cabeza por unos largos segundos mientras observaba aquel detalle de su rostro.

El pequeño destello que interrumpió mis pensamientos hizo que bajara hasta su cuello del cual colgaba una fina cadera dorada con una pequeña gema negra.

Sus pechos estaban en el lugar donde yo los necesitaba ––entonces si se había puesto el sostén de encaje que compre–– debía hacerlo.

Debía admitirlo, aun me sorprendía que fuera talla treinta y tres, ¡es que solo tenía dieciséis años!, no recuerdo una chica con esa talla cuando tenía diecisiete y...

––¡Oye astronauta!––grito Alicia, salí de mis pensamientos y la mire––¿se te perdió algo en el vestido?

Soltó una risita mientras _____ solo se sonrojaba, ––tal vez si se me haya perdido algo––.

––Vámonos ya––gruñí sin hacerle caso.

Una de las cosas por las que aguantaba a Alicia era porque la quería lo suficiente para no estrangularla, éramos amigos desde la secundaria, tal vez por eso ella era la única que no me respetaba y la maldecía muchas veces por eso.

––Nos vemos allá––se despidió Alicia con una sonrisa y se subió a su auto, no apoyaba a John al haberle comprado aquel mercedes a Alicia, no hace días estaba por tener un accidente y el auto, no hace dos semanas que está en sus manos.

––adiós––se despidió bajito _____ con la mano, quite el seguro de mi amado Ferrari California negro, sin nada que decir _____ se levantó el vestido para bajar las pequeñas escaleras y se quedó allí en silencio, saque el auto de la misma manera y subiéndose con cuidado, observe las curvas de su cuerpo ––olvidala Styles, no seas estúpido–– me reprendí mentalmente y en cuanto estuvimos dentro, me adentre en las calles de Londres, en silencio.


Narra _____:

Comportarme, sonreír y saludar.

Era algo simple que sin duda podría sobrellevar, pero no sabía qué hacer, el simple detalle de que el señor Baker me intercambio para saldar su deuda no era bueno para mí, ¿Qué me garantizaba que no iba a volver a hacer aquello?, aunque después de todo, no sabía si esa versión del ojiverde era verdadera.

Cuando llegamos, era un hotel muy grande, el cual estaba un poco lejos de la casa del rizado, aparco el auto en el estacionamientos y ––juro que fue por las miradas de los demás–– me ayudo a salir del auto.

Entramos al lugar y un cartel nos dirigió al salón, cuando entramos me sorprendió las personas que había dentro, todos caminaban de aquí para acá, sonriendo, riendo y hablando, las voces de las personas se mesclaba con la música, haciendo un ambiente agradable.

––Sonreír y saludar––susurro el ojiverde en mi oreja, un escalofrió me recorrió el cuerpo al sentir su cálido aliento rosarme de la oreja hasta el cuello, mire al frente tratando de calmar el creciente latido desbocado de mi corazón––y te juro serás libre.

Sonreí y este mirando al frente de nuevo empezó a caminar, hizo que mi brazo descansara en el suyo y ensanchando mi sonrisa, empezamos la fiesta.

***

Las personas me lanzaban cumplidos ––que era hermosa, que era muy joven, que era muy modesta al casi no hablar, que tenía muy encantadora sonrisa y la más sorprendente de todas, que hacíamos buena pareja–– las acepte todas, porque no tenía de otra, las palabras sonreír y saludar era lo único que recordaba esta noche, y tenía mis razones.

Nos habíamos sentado, el rizado había pedido dos copas de champán, y que la mía estuviera muy por debajo de la mitad, no fruncí el ceño, porque jamás había bebido aquella cosa y no necesitaba experimentar.

Después de que trajeran las bebidas, di un sorbo y dándome cuenta de que aquella bebida no era para mí, la deje en la mesa con expresión asqueada, el ojiverde me miro y sin decir nada, miro hacia el frente con una diminuta expresión de tranquilidad, no pude evitar observarlo fijamente, en el poco tiempo que tenía con el ––el cual consistía en dos días–– era la primera vez que lo había visto tranquilo, sin gritar, sin dar órdenes, sin gruñir, sin lanzar miradas asesinas o mirarme con recelo y el hombre que tenía al lado mío en estos momentos, era tan agradable como aparentaba sentado en aquella silla despreocupado, con una copa de champan entre sus dedos y una expresión serena, con sus rizos castaños, esmoquin totalmente negro, camisa blanca y un moño en el cuello de su camisa, nariz perfilada, ojos verdes como gemas esmeraldas y labios rozados, ––labios ligeramente carnosos y rozados––.

¿Quién sería realmente este hombre, de donde había venido y por qué el destino me había dejado en sus manos?

¡Ce Fait!: ¡Esta hecho!


Strange | h.s | Terminada Wo Geschichten leben. Entdecke jetzt