Capítulo 26

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Abro los ojos y me incorporo de golpe en la cama de matrimonio al oír la música que proviene de la sala gimnasio que Alex tiene en el piso inferior. Me meto en la ducha agarrando el cepillo de dientes eléctrico y el dentífrico, sintiéndome a la par apurada y traidora.

Llevo haciéndome la dormida unos 45 minutos, manteniendo la respiración pausada y forzándome a resistir la sempiterna tentación que son los besos de Alex a primera hora de la mañana. Y todo por que quiero hacer esto sola.

“ Se va a enfadar. Mucho”— Pienso mientras me abrocho mis deportivas blancas, y agarro una sudadera con capucha de color azul marino con la misma mano en la que tengo las llaves, y salgo corriendo hacia el coche sin hacer ruido.

Unos 20 minutos después, y con el coche frente a la comisaría de LAPD, los remordimientos me hacen marcar su número de teléfono.

Mejor lo llamo a casa. Estará haciendo abdominales y esto no le va a gustar ni un poco. En realidad no le va a gustar haga lo que haga. Oh, por Dios. Va a enfadarse.”. Mientras una extrañamente atrayente imagen de mi marido conmigo en sus rodillas se forma en mi cabeza, el manos libres del SUV reproduce nuestro nuevo mensaje de contestador.

— Cariño...soy yo. Candy. — le digo titubeante , sin saber si me escucha, y si, en caso de hacerlo puede atravesar las ondas telefónicas como una especie de Vengador ultrasónico y azotarme en el trasero.— Ehm... estoy frente a la comisaría y... he decidido venir sola. Creo ...creo que es mejor que haga esto sola. No sé cómo explicártelo, y sabía que si te lo contaba querrías venir. Nos vemos en un par de horas, ¿ Sí? Te amo.

Aspirando profundamente, salgo del coche y presiono el botón del mando con mi pulgar derecho. Un apuesto policía uniformado me sonríe y me sostiene la puerta mientras abandona el edificio.

— Buenos días, señora Hunt.

— Buenos días, agente— Le contesto.

“ Mierda. Tiene razón Alex con eso de la fama. Ni siquiera he hecho algo memorable y este señor sabe quién soy. Que abrumador.”

— ¿ Candela Hunt? — Oigo una voz delante de mí.

“ Este rollo ya empieza a darme repelús ”— Pienso barriendo el interior del edificio con la mirada y buscando al dueño de la voz . El detective que acompaña a LaFontaine. Bien. Por lo menos voy bien encaminada.

— Buenos días, detective...

— O'Neill. ¿ Puedo preguntarle a qué debemos su visita?.

— Por supuesto. Quería hablar con el señor LaFontaine y con usted...sobre Aguilar.

— Entonces, permítame decirle que si tiene nueva información llega usted en el momento adecuado. El capitán quiere que cerremos todo lo que tenga que ver con ese tipo en 24 horas. Al parecer su abogado conoce a alguien que conoce a alguien de asuntos internos. Y digamos que ...pueden hacernos la vida muy difícil.— Contesta el policía haciendo una mueca.

— Sí, sé lo de la orden de detención. — asiento.

Mientras hablamos, nos acercamos a dos escritorios situados al final de la planta, en una esquina. A los pocos metros puedo discernir a un taciturno LaFontaine. Tiene el pelo revuelto, y los surcos azules bajo sus ojos me hacen saber que hace horas que no duerme. Lleva uno de esos chalecos grises sin abrochar sobre la funda de cuero marrón en donde reposa su arma reglamentaria.

— Detective— Lo saludo mientras tomo asiento en una de las sillas de ruedas detrás del otro escritorio y detrás del propio LaFontaine.

— Sabía que esto iba a pasar. — dice con resignación el francés cerrando los ojos y abriéndolos al girar su silla para encararme.— Hola, señora Hunt. Velazquez-Hunt. Lo que sea.

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