Capítulo 14

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¿Secuestro? ¿Podía un hombre que hacía diez años que no se ocupaba de su hija denunciar a su madre de secuestro?

Sin otra cosa en la mente que encontrar una solución, saco mi teléfono y llamo a Susan, quien además de mi mánager es licenciada en derecho.

— ¿Para qué soy buena, jefe? — contesta su voz desde el otro lado.

— Es Candy. Su ex, quién por cierto es rápido con los puños, acaba de acordarse que tiene una hija. La ha denunciado por secuestro, y además quiere quitarle la custodia. Así que antes de matarlo con mis propias manos, he pensado que sería bueno que me pusieras en contacto con un abogado. — Le digo ostensiblemente enfadado.

— Joder, Alex. ¿Puedes estar sin meterte en un lío dos semanas seguidas?. Mándame la demanda; haré unas llamadas. — Contesta Susan.

Al cortar la comunicación miro a Candy, que sentada en el sofá beige, mantiene la mirada fija en el papel de la notificación judicial. Me acerco y me arrodillo ante ella, dejando reposar mis manos en sus rodillas.

— Eh, vamos a solucionar esto. Necesito que creas en mi.

— Él...siempre me encuentra. Siempre. — Dice Candy sin levantar la vista de su regazo.

— No esta vez. No mientras yo esté aquí. — Le digo mientras me incorporo para buscar a Rita. — Rita, llévale uno de tus chocolates, ¿quieres? Y asegúrate de que Kendra duerme, y si no, llévale otra taza mientras yo localizo a Big Tom y al detective LaFontaine.

Con el teléfono en la mano, redacto un escueto whatsapp para Big T:

“Hermano, ¿estás aquí o sigues en N.O? Te necesito conmigo"

Inmediatamente después marco el número de LaFontaine.

— LaFontaine. — Ladra el detective a modo de saludo.

— Soy Hunt. Aguilar ha conseguido mi dirección y ha movido ficha. Acaba de denunciar a Candy por secuestro.

— Por desgracia, Señor Hunt, no puedo ayudarlo con eso; soy detective, investigo delitos violentos y de sangre. Y el derecho a denunciar y a hacer uso de la ley, es un derecho fundamental de los Estados Unidos de América. — Contesta en su habitual tono sarcástico.

— LaFontaine...voy a hacerle una predicción gratuita: si ese monstruo logra poner sus manos sobre esa niña de 10 años para hacerle cualquier atrocidad, tenga por seguro que ocuparé el resto de mis días en dos cosas: una, liberarla de ese demonio y dos, recordarle cada hora que usted se cruzó de brazos. Espero que cambie de opinión. — Sin articular despedida corto la conversación.

Un teléfono suena en casa, y corro a atender la llamada desde la cocina.

— ¿Deñor Hunt? Soy Callie O'Donovan, abogada. Susan me ha dado unos datos y una muy somera descripción de la situación, pero necesito hablar con la señora Velázquez lo antes posible. — Dice una femenina voz.

— ¿Sabe dónde vivo? ¿Puede estar aquí en un par de horas?— le pregunto ansioso.

Los primeros eran instantes cruciales, pero ahora mismo Candy no parecía estar en un estado que permitiera muchos traslados. Después de obtener confirmación por parte de la letrada, le cuento a Candy de su inminente visita, y sólo entonces parece reaccionar.

Una hora y media después, una alta morena aparece escoltada por Susan, ambas con  faldas de tubo y altos tacones.

Adelantándose y tendiendo su mano a Candy, Susan se presenta a su misma y después a Callie O 'Donovan.

— Señora Velázquez, se cuán violento puede resultar esto, pero necesito saberlo todo sobre Máximo Aguilar.

— Créame; nada ni nadie es más violento que Máximo Aguilar. Lo conocí cuando tenía 18 años. Acababa de perder a mi familia en un accidente aéreo, y apareció, con su encanto, su manera de protegerme...era el hombre más encantador y enamorado del mundo. En unos meses me convenció de que era un monstruo, que era mi culpa que mis padres hubieran fallecido y que quererme era algún tipo de maldición que sólo el sufría. Unos meses más tarde, descubrí que estaba embarazada. Ilusionada,  se lo conté. Resulta que él no quería ser padre, y me lo dejó claro. — relató Candy

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