Un reino invernal... Un reino en el que, tras varios años de espera, se va a llevar a cabo la selección de la nueva reina. ¿Quién será la elegida?
¿Podrá Sun ayudar a su hermana? ¿O se convertirá en la nueva victima de la corona?
Kongpob, principe...
Aquella tarde, en el Bosque Oscuro, el viento y la nieve acampaba a sus anchas.
Ningún ser vivo, ni siquiera los animales que vivían en aquel lugar, se atrevían a salir de sus cómodas y calientes madrigueras. Especialmente allí, en el corazón del bosque, donde los angostos caminos construidos desde hacía tanto tiempo apenas si podían distinguirse entre la nieve acumulada y la frondosa hojarasca medio congelada.
No.... Nadie se atrevería a adentrarse en aquel sitio medio olvidado por todos, especialmente siendo el hogar de ELLA... de la Bruja del Bosque.
De la anciana mujer que, desde hacía décadas, vivía en una pequeña cabaña de madera situada en el medio de la nada y en la más absoluta soledad, salvo por los animales del bosque.
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Aunque, lo que muy pocas personas sabían - de hecho sólo dos en todo el pueblo - era que si había una persona que se había atrevido a enfrentarse a las inclemencias del tiempo y a los rumores que circulaban acerca de la mujer que habitaba entre esas cuatro paredes de madera revestidas de pieles. Una persona que, en ese momento, estaba quieta en el umbral de la pequeña cabaña, mirando hacia el interior mientras fruncía levemente el ceño...
"No parece estar de muy buen humor ...", se dijo Sun mientras comenzaba a preguntarse si debía entrar o no.
El joven, envuelto en un anorak de color rojo, observaba fijamente a la anciana que, sentada a la mesa, estaba lanzando un madero a la chimenea sin apartar la mirada de un pequeño libro gastado por el paso del tiempo. Éste, de un leve color azulado, estaba colocado sobre una desvencijada mesa que ocupaba la mayor parte de la sala.
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Pero, sin duda, lo que estaba haciendo que el joven dudara sobre si entrar o no, no era que la mujer estuviera ocupada sino la expresión de su rostro. Una expresión que, nada más verla, había hecho que un escalofrío recorriera su espalda.
"¿Debería irme y volver otro día?", se preguntó mientras bajaba la mirada hacia la cesta que llevaba en sus manos.
Y es que, por su mente y muy a su pesar, sonaban las voces de los vecinos.
