Empecé a mirar a todos lados, mirando ahora donde nos encontrábamos, era algo así como una fortaleza, una gran mansión, jardines a cada lado, una gran fuente en el medio de todo este castillo, ¿Dónde me encontraba y que era esto tan hermoso?

––camina, y esta vez hazlo rápido––gruño y empezó a caminar, salí de mis pensamientos y tomando con fuerza mi maleta empecé a caminar detrás de él, a una distancia prudente por si tenía que escapar o simplemente correr.

Era alto, podía jurar que tenía 1.75, su espalda era ancha y sus hombros erguidos, caminara como si fuera un militar, rectamente, tenía la frente en alto y era probable que el ceño fruncido.

Me detuve de golpe, dándome cuenta de que había dejado de caminar y que casi me iba de bruces encima de él, giro un poco su cabeza y me miro por el rabillo del ojo, rogué para que no dijera nada y así lo hizo, respire tranquila cuando se olvidó completamente de mí y toco el timbre dos veces y se quedó en silencio mirando hacia el frente.

La puerta se abrió, la mujer se hizo a un lado para que él pasara, camine detrás de él en silencio sin dirigirle ninguna mirada a la mujer, que seguramente me mirada sin entender.

––Señor––hablo esta, cerrando la puerta, él se giró y me miro unos segundos, podría jurar que se preguntaba que iba a hacer conmigo ahora.

––ya puedes irte, Zuri––dijo este, sin siquiera saludarla, ella asintió y desapareció por lo que parecía ser la cocina––sígueme––ordeno.

Esta vez suspire cansada e inquieta, queriendo saber dónde estaba y que se suponía que hacia aquí, no tenía sentido, tampoco una maldita explicación o lógica.

Mis brazos empezaron a arderme a causa de la fuerza que estaba haciendo por llevar la maleta y no arrastrarla por el suelo, el dirigió su mirada a mí y dándose cuenta de mi esfuerzo, volvió su mirada al frente, fruncí el ceño, ––patán––.

––este va hacer tu habitación––abrió la puerta de golpe, mostrándome una amplia habitación, una cama para dos personas, con sabanas totalmente blancas, paredes blancas por igual, una gran ventana con cortinas azules, muy oscuras, un baño, un closet, un estante con objetos sin importancia y una televisión.

––No des problemas––volvió a gruñir, empezaba a pensar que era canino y que tenía rabia.

––¿Qué es todo esto?––me atreví a preguntar, ignorando completamente mis nervios y su mirada asesina, trague saliva pidiendo a cualquier divinidad que me protegiera y que este hombre no empezara a gritar.

––Cena a las 8:00, no pretendo venir a buscarte––y cerró la puerta detrás de él, suspire frustrada, mire la estancia abrumada por lo pálido del lugar, aquellas cortinas eran el único color de esta deprimente habitación, deje mi maleta a un lado y me senté en la cama.

Esto era un desastre, un completo desastre de mierda.

¿Quién se suponía que era este hombre?, ¿Por qué me trajo aquí?, ¿Qué le hice?.

Me sentía cansada, cansada mentalmente de maquinar una idea de todo esto, me sentía frustrada al ver como aquel hombre con mirada acusadora me gritaba y hacia que me encogiera en mi misma, siento que puede jurarme con sus ojos que me odia aunque sus labios no hayan pronunciado palabra, era extraño ver como alguien te miraba de esa manera sin saber por qué, sentía que le debía muchas cosas, las pocas veces que me había hablado y mirado habían sido suficientes para que tuviera miedo de él, suficientes para hacerme dar cuenta que él no era de fiar y que cualquier motivo por el que estoy aquí, no es bueno, para nada bueno.

***

Mire el reloj, 8:23 pm, no tenía las más mínimas intenciones de bajar a comer, aunque estuviera muriendo de hambre.

No quería ver como aquel hombre ––al que ya le tenía miedo–– me gritara, no quería verlo, yo necesitaba estar en casa, con mi ''familia'', con mis amigos, con mi perfecto novio, con el cual iba a cumplir un año y dos meses, hace horas mi vida era perfecta, yo era muy feliz.

Ahora no, estaba otra vez en Londres, lejos de Windsor, en una casa enorme con un hombre extraño, pero raramente atractivo, todos eran indiferentes a sus gritos y mal carácter, todos ignoraban quien era yo y que hacia aquí, a nadie le importaba, nadie preguntaba, y eso me preocupaba mucho, porque si desaparecía tal vez, a nadie le importaría.

––¡joder, dije que bajaras!––me levante de un salto al ver como abría la puerta, enfurecido, sus ojos destilaban una furia que hasta ahora no había mostrado, el grito que había lanzado me sobresalto lo suficiente como para hacer que mi corazón empezara a latir con fiereza––¡respondeme!

––No tengo hambre––masculle entre dientes torpemente, pero el no cambio su expresión.

––no te pregunte si la tenías––gruño––baja.

––pero...

––¡Te dije que bajaras!––grito otra vez, camine despacio, pero con los sentidos totalmente alertas para correr, tenía ganas de correr lejos de él, pero sabía que aquel plan no era bueno, no era bueno jugar, jugar con alguien al que no conocía, pero juraba que no era bueno.

Camino detrás de mí, como si estuviera custodiándome, asegurándose de que no escapara, baje las escaleras y pude ver como mis manos temblaban, tenía miedo, mucho miedo.

––A la izquierda––ordeno al darse cuenta de que no sabía dónde estaba la cocina, camine por aquel lugar tan espacioso, llegue a la cocina y era igual de grande que cada parte de esta casa, pude ver la mesa y varios platos de diferentes tamaños allí––yo doy órdenes y tú las acatas, ¿entendido?––asentí en silencio, corrí una silla y me senté en la mesa––me gusta que me respondan.

––Si––murmure, asustada de que me gritara otra vez, entonces desapareció entre las paredes y la oscuridad, empecé a comer, dándome cuenta de lo mucho que necesitaba algo en mi estómago, pero más que nada, queriendo terminar todo lo que había para no escuchar más gritos, ni ordenes, ni nada que implicara ver a aquel hombre.

Fuera quien fuera, le tenía miedo, le temía como seguro todos le temían.

Yo no le agradaba y de eso estaba totalmente segura.



Strange | h.s | Terminada Where stories live. Discover now