Capítulo IX

133 15 0
                                    

-No te vayas -le supliqué por última vez-.

-Ya es tarde, perdón –dijo Gabi mientras desprendía una lágrima de su ojo-.

-No llores, nos vamos a hablar por teléfono, ¿no?

-Sí, obvio.

Ya estábamos en la terminal de omnibus. Gabi, en tan sólo unos minutos, se tomaría el micro que lo llevaría a cientos de kilómetros lejos de mí. Estaba confundida y tenía miedo. Miedo de que se enamorara de otra, miedo de que algún día le pasara algo y yo no estuviera para él. Además ¿qué haría sin Gabi? Todos los días que salgo de la facultad me voy a su casa, ¿a dónde voy a ir ahora?, ¿a mi casa? Ni en sueños, no soporto que mi mamá me histeriquee y mi papá nunca esté. Quizás vaya a un bar. Un bar en donde pueda desahogarme o ahogarme en mis melancolías. Cuando me di cuenta Gabi ya no estaba ahí, ya se había ido, ya nos habíamos despedido. Estaba sóla. Sóla, sóla, sóla.

¿Y ahora qué? Pensé dentro de mí. ¿A dónde voy? Si voy a casa, tendría que soportar a mamá diciendo “te lo dije, el te iba a abandonar, es un mal chico…”. Así que fui a un bar cerca de ahí. Allí tomé un porrón de cerveza y, luego, me tomé un colectivo directo a casa. Eran las 12:30 de la noche. Los días de semana, como hoy, mamá no me dejaba llegar tarde a casa, entonces abrí la puerta y fui directamente a mi cuarto sigilosamente, pero alguien la cagó, la pequeña de la familia comenzó a llorar.

-Sh, shh, calmate -dije en un susurro-.

Pero no hubo caso, la bebe continuó llorando y logró que mis papás se despertaran.

-Chiara –oí una voz algo chillona que provenía de las escaleras.

Odiaba mi nombre, siempre lo usaban para retarme.

-¿Estas son horas de llegar?

-Perdón, se me hizo tarde.

-Mañana tenés facultad, tenés que dormir. No pueden verte todos tus profesores dormida mañana -continuó con su sermón-.

-Sí ma, tenés razón, me voy a dormir –dije para terminar la conversación-.

Ambas nos callamos y nos fuimos a nuestros cuartos. Me di un baño rápido, me puse el pijama y me acosté en la cama. No paraba de pensar en él ¿Qué estaría haciendo? De repente el teléfono sonó, seguramente era Gabi ¿Quién podría llamar tan tarde? Así que atendí rápidamente sin que nadie se de cuenta.

-¿Hola?- Susurre.

-Hola ¿Mi amor?

-¿Gabi?

-Sí

-Mi amor, te extraño.

-Yo también gordita –Dijo murmurando.

-¿Dónde estás?

-Paramos en una estación de servicio y aproveché para llamarte de un teléfono público porque te extraño. No quiero que estés mal, vamos a estar juntos.

            -Ah –respondí sin saber que más decir-.

            Estaba muda por la congoja que tenía.

            -Quiero estar con vos –continué-.

            -¡Y venite conmigo! Yo también quiero estar con vos.

            -Ay amor, sabés que no puedo irme a Mendoza. Mis viejos no me van a dejar irme de mi casa todavía.

-Pero nena, ¡yo te voy  a cuidar toda la vida!

-Aw, ¡gracias! –contesté sonrojada-.

-¡Vos lo único que hacés es llevar a mi hija por mal camino! Te pido por favor, Gabriel, que no llamés más a esta casa. Sos un desubicado, son más de las 12 de la noche.

Me quedé paralizada. Mi mamá había estado escuchando la conversación.

-Para que usted sepa, señora, yo la amo a su hija, le guste o no.

Wow, Gabi tuvo la capacidad de poner a mi madre en su lugar. Increíble. Mi mamá es tan determinante que nunca logro tener el valor suficiente como para enfrentarla. Me quedo discutiéndole en mi cabeza no más.

-Si tanto la amas, no te hubieras ido de la provincia.

-Yo no tengo que darle explicaciones a usted. Que duermas bien Chari. Chau.

Me quedé impactada por la audacia de Gabi. No sabía que era así realmente, tan seguro de si mismo.

-Chiara andate a dormir –concluyó mi mamá una vez que Gabi cortó el teléfono-.

InimaginableDonde viven las historias. Descúbrelo ahora