Capítulo VI

156 16 4
                                    

Estaba en casa arreglándome para ir a la terminal de Santa Fe a recibir a Gabi que llegaría de Mendoza esa misma tarde. Me había puesto una remera blanca con un saco de vestir rojo y unos jeans. Me cepille el pelo y salí de mi casa. Caminé un par de cuadras hasta llegar a la parada del colectivo.

Hoy cumplíamos un año de noviazgo con Gabi, cuanto tiempo. Tenía miedo de que haya cambiado su actitud. Cuando lo llame por teléfono estaba medio distinto, medio cortante, pero quizás era porque estaba ocupado. Más allá de eso lo veía medio cambiado pero no quería suponer nada hasta verlo.

Cuando llego el colectivo me subí y por suerte había asientos libres. Al bajarme caminé un par de cuadras y me  tomé un tren que me dejó en frente a la terminal. Al llegar  al establecimiento me dirigí a una de las coordinadoras.

-Buenas tardes ¿A qué hora llega el micro que viene de Mendoza?

-A ver, aguarde un segundo- Dijo mientras daba vueltas las hojas con tranquilidad –A las siete de la noche pero puede que haya demora por la llovizna.

¿Llovizna? ¿Qué llovizna? Pregunte dentro de mí. Fue entonces cuando inmediatamente miré por el ventanal del lugar y sí, estaba lloviznando. Estuve tan pendiente de Gabriel y su cambio de actitud que no lo había notado en todo el viaje.

-Está bien. Muchas gracias.

Miré la hora en un reloj de agujas que colgaba de mi mano. Eran las 18:30. Uf, faltaba un montón, media hora y, encima, seguramente tendría demora. Pensé que probablemente llegaría a las 19:30. Que garrón. Así que decidí comprarme una revista o algo para pasar el rato.

Salí de la terminal y me dirigí a un kiosquito que quedaba a la vuelta. Revolví mi cartera a ver si tenía algo de dinero. Sólo me quedaban $3 así que me compré una revista y una par de chicles nada más.

Después de leer los artículos de la revista, una voz casi inentendible anunció la llegada del ómnibus de Chevalier de Mendoza a través de un megáfono. “¡Sí!” exclamé dentro de mí, era el micro de Gabi. Caminé ligero mientras miraba mi reloj, eran las 19:15. Cuando llegué al micro busqué con la mirada la cara de Gabi, no estaba por ningún lado. De pronto sentí unas manos frías que taparon mis ojos.

-¿Quién soy? – Dijo una voz algo chistosa.

-Gabriel… - Le respondí mientras sacaba sus manos de mis ojos.

-¡Hola mi amor! Feliz primer añito- Dijo con una sonrisa pícara.

-¡Feliz primer año hermoso! – Le dije mientras pasaron unos segundos en el que nos mantuvimos abrazados y, luego, continué - ¿Y qué vamos a hacer por nuestro aniversario?

-¿Qué te parece si ahora vamos a tomar un café calentito?

-Me parece bien ¿Vamos?

-Dale, pero apurémonos, que se viene un chaparon - Dijo mientras se sacaba el buzo.

-¿Por qué te sacas el buzo? - Pregunté sin entender

- Hace frío, tapate - Dijo mientras ponía su gigante buzo sobre mis hombros. Y suspiró -Que lindo estar en Santa Fe de vuelta –Dijo mientras me abrazaba de la cintura.

-¿Y?... ¿No vas a contar nada de tú viaje?- Le pregunté mientras caminábamos.

-¿Qué querés que te cuente?

-No se, ¿Qué hicieron?

Gabi comenzó a hablarme bastante del viaje. Había realizado varias actividades, como cabalgata y esquí. Por primera vez había visto la nieve, así que estaba algo emocionado. Yo ya la conocí en Bariloche hace un par de años con mi familia, en donde aprendí a esquiar y a hacer snowboard.

Cuando llegamos a la confitería, le pedimos a la camarera dos submarinos y cuatro medialunas. Cuando se fue, noté un silencio extraño hasta que Gabi lo interrumpió.

-Tengo que contarte algo importante- Dijo Gabi serio.

-¿Qué? ¿Qué pasó?

-Me ofrecieron trabajo en Mendoza.

Mi sonrisa se desvaneció al escuchar esa última frase que lo cambiaría todo.

-¿Y aceptaste?- Pregunté con esperanza.

-Sí.

Bajé la cabeza y me tapé los ojos. Gabriel hacía meses y meses que había estado buscando trabajo. El no terminó de rendir unas materias del secundario porque es un colgado, le cuesta concentrarse. Consiguió varios trabajos, pero no eran “en blanco”. Es muy difícil encontrar un trabajo digno, no podía rechazar la oferta. Además la economía de su familia tampoco estaba muy estable, sólo lo podían ayudar un poco con los gastos en la comida.

-No te pongas mal. Esto puede ser una oportunidad para mí. Mi tío terminó siendo re copado. Me ofreció un puesto de vendedor de autos. ¿Te acordás que te conté que vendía autos usados?

Lo miré seria y argumentó.

-Quizás sea temporal.

Sí, “temporal”. “Temporal” es lo que todos nos dicen para que no nos pongamos tristes pensé dentro de mí. Me sentía culpable ya que en ves de apoyarlo y estar orgullosa de él me ponía mal.

-¿Cómo querés que no me ponga mal? Te vas. Me dejas. ¿Vamos a cortar?

-¡No! No quiero cortar.

-Gabi, sabes que los amores a distancia nunca funcionan.

-Pero… podemos hablar por teléfono.

-Sí, eso las primeras semanas. Después te olvidás de mí y conoces a alguien…

Ambos nos quedamos cayados un momento y eso me puso peor.

-Chiara- Dijo  mientras me agarraba el mentón –Yo te amo y no me voy a enamorar de otra.

-Bueno, esta bien. Anda. –Dije un poco más tranquila y tratando de no pensar en tanto en mí. Gabi, de chico, sufrió mucho.

Cuando tenía tan solo 5 años, sus abuelos descubrieron que sus padres los maltrataban. Entonces, decidieron que el fuera a vivir con ellos hasta que empezara a trabajar. Fueron muy generosos y tiernos con él, por lo que me conto Gabi, pero fallecieron cuando el tenía 16 y medio. No los pude conocer. Su abuela murió de leucemia y su abuelo, 2 meses después, falleció de angustia. Fue algo realmente trágico para él. Yo lo conocí ese mismo año. Recuerdo que estaba muy depresivo pero sus amigos intentaban convencerlo de salir a boliches para que se distrajera, donde lo conocí. Estaba oscuro, era una noche del ‘99, recuerdo que llevaba una minifalda negra con detalles dorados y una remera dorada que combinaba. Fue entonces cuando vi a un chico alto con ojos verdes y pelo hacia el costado. Me llamó la atención que no bailaba. Creo que lo ojee mucho porque al rato comenzó a mirarme y me sonrío.

-Gracias por entender. Tengo la posibilidad de crecer y no la quiero desaprovechar.

-Espero que no me descartes en este nuevo camino, te amo demasiado, ¿entendés? No quiero sufrir.

-Jamás te haría eso nena. ¿Sabes qué?

-¿Qué?

-Sos hermosa.

Sentí el calor en mis cachetes, me estaba sonrojando. Todavía no me acostumbraba a que Gabi me dijera esas cosas, ya que cuando lo conocí era muy tímido.

InimaginableDonde viven las historias. Descúbrelo ahora