Capítulo IV

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Y ahí estaba, pegada al teléfono, esperando una llamada de Gabi.

-¿Otra vez estás esperando que te llame el tonto ese?- Dijo mi madre al verme con cara de desilusión.

-“Ese” tiene nombre, y es Gabriel. Y sí., estoy esperando a que me llame, ¿algún problema?

-No, hace lo que quieras, pero acordate que hoy tenés que ir a Comunidad Católica Juvenil.

 -¡¿Comunidad qué?!

-Ya te lo había dicho Chiara. Es un grupo de jóvenes que se juntan todos los viernes de 18.00 a 20.00 en la iglesia de acá a la vuelta para hacer actividades comunitarias y religiosas. Es algo muy lindo. Yo a tu edad iba con mis amigas. Así conocí a tu papá.

-Ay mamá, ya te dije que no quiero ir a esas cosas, ya estoy grande para decidir por mí misma lo que quiero hacer. Además, sabés cual es mi opinión con respecto al catolicismo.

-¿Pero qué tenés en contra del Señor? El te dio la vida.

-¡Basta, no quiero discutir esto!

-Pero tenés que ir. Ese lugar te va a hacer mejor persona, te va a unir con Dios. Recordá siempre que él está cuando lo necesites, y que la iglesia es tu segunda casa. Ahí te vas a sentir segura.

-¡No mamá! ¡Ir a ese lugar no me va a hacer mejor persona, los valores que demuestre me van a hacer mejor persona! No me voy a sentir segura en la iglesia porque desconfío de esa gente.

-¿Eso significa que sos atea?

-Sí, ¿que tiene? 

-Ay, no puedo creerlo. Nunca creí que esto pasaría -Dijo mi mamá mientras tomaba asiento.

-Bue, ni que fuera algo malo.

-No, no, esto es muy malo.

-Mamá no me voy a ir al infierno sólo por no creer en Dios.

Mi mamá tomó aire y asintió: –Sí iras a esa comunidad.

-No voy a ir.

-Sí, vas a ir porque yo lo digo- Afirmó fuerte y se fue.

Corrí a mi cuarto y me tire en la cama. Nunca había visto a mamá decir algo tan firme. Lo único que quería hacer era hablar con alguien para que me contenga y me diga que no estoy loca. Para colmo, mi insoportable hermanita no para de llorar porque le están creciendo los dientes, lo que hace que le duela y llore constantemente. No soportaba más a nadie, así que agarre mi campera y salí a caminar. Con el único que podía hablar era con mi papá, Germán, que en ese momento estaba trabajando. Siempre se esforzaba por darnos lo mejor a mi mamá, mi hermanita y yo. Pero muchas veces odiaba que no este en casa.

Después de caminar varias horas, volví a casa. Por suerte mi papá ya estaba ahí.

-Hola mi amor, ¿Cómo te sentís?

-Mas o menos, me pelee con mamá hoy.

-Sí, me lo imaginé. ¿Qué pasó ahora?

-Quiere que vaya a Comunidad, a donde van todos los inadaptados sociales, que creen que todo lo que les pasa en su vida es producto de Dios y no de ellos mismos. – Le dije con un acento burlón.

-¿Inadaptados sociales? Yo iba a esos lugares… - Me dijo entre risas.

-Perdón –Me reí y aclaré -Vos sabes a lo que me refiero.

-Sí, te entiendo. A mí también me obligaban y, con el tiempo, me di cuenta que hay personas que tienen la necesidad de presenciar esos encuentros porque la palabra de Dios los ayuda a hacer las cosas por el camino del bien. Otros no necesitan que la Biblia los guíe, pueden consigo mismos.

-Eso es lo que yo pienso, ¡al fin alguien me entiende! Igual a todos los religiosos le levaron el cerebro, pero bueno, ya no tienen remedio, como mamá.

-Bueno nena, más respeto. Esa opinión puede alejarte de muchas personas. Si querés, no vayas. No quiero que padezcas lo que padecí yo. Yo entendí lo que quería Dios mucho más grande, no cuando iba a Comunidad.

-Gracias pa, te amo, aunque estés un poquitito loco- Dije mientras lo abrazaba.

-Gracias hija, vos también estás un poco rayadita igual. –Se río y me dijo- Pero te amo igual.

Capítulo V (Proximamente...)

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