Capítulo 45

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Fueron, sin duda, los cinco minutos más desconcertantes y confusos de toda mi vida. Contestar la llamada de Andrea derivó, literalmente, en una conversación de besugos que duró treinta segundos.

-Hola Andrea, mañana a las ocho y media, ¿no? –no sabía qué decir.

-Ehm... Sí, ¿no habíamos quedado en eso? –contestó, lógicamente, un poco perdida.

-Sí, sí, claro. Era para asegurarme. Es que no sabía si habíamos dicho ocho o siete y media –me reí intentando darle naturalidad a la excusa.

-Ocho y media, pero si quieres quedamos a las siete y media, a mí me da igual.

-No, ocho y media está bien, era para asegurarme.

-Vale, pues nos vemos mañana.

Y colgó. Andrea era así. No tenía por costumbre despedirse por teléfono. Acababa lo que quería decir y colgaba. A lo mejor tú tenías algo más que decir pero daba igual, tendría que esperar. Los tiempos los marcaba ella. Debía ser genético o algo así, Clara también lo hacía. Nada más representativo de esto que la última vez que Clara me colgó. Pero estaba tan acostumbrado que pensé que, como siempre, sólo estaba terminando la conversación. Lamentablemente con Clara no era lo único que terminaba en ese momento.

-Creo que me voy a ir –me dijo Paula nerviosa, mientras se rehacía su coleta evitando mirarme.

Parecía como si los treinta segundos que duró mi conversación con Andrea hubiesen sido suficientes para que Paula se diese cuenta de que había cometido un error. Que nunca debió besarme. Que nunca debió quedarse quieta esperando que le devolviese el beso. Porque a lo largo de los años hemos cargado la palabra error de peso negativo. Y pensamos que todo lo que es un error es malo. Un error a veces produce algo malo, otras te saca de tu zona de confort. Unas veces se gana, otras se aprende. Hay pájaros que cuando les abres la jaula huyen y mueren, otros huyen y descubren la felicidad plena, pero por último están los que les abres la jaula y se quedan dentro porque tienen la comida asegurada. Quizás sea un error salir de la jaula, hay peligros fuera que dentro no hay y, además, la comida no está asegurada. Pero tu primer instinto fue salir, recuérdalo, y una vez fuera tienes dos opciones, volver a la jaula y preguntarte toda tu vida qué hubiese pasado si no hubieses vuelto, o descubrirlo.

-¿Por qué? –pregunté.

-Porque no quiero hacer las cosas así.

-¿Estuvo con otra?

-¿Qué?

-Cuando hablabas con Rubén dijiste algo así como que se podía ir con una amiga suya de hace unos meses. El tono no parecía que fuese muy conciliador –sonreí para rebajar la tensión.

-Es una larga historia.

-No tengo prisa.

-Carlos, me voy –y comenzó a caminar en sentido contrario al que nos estábamos dirigiendo.

Me quedé callado, quieto, viendo como se alejaba. Cuando estaba a unos seis metros de distancia se giró.

-Por cierto –gritó-. Mentí. La nota amenazante del coche es suya.

Treinta segundos de conversación con Andrea habían sido suficientes para que Paula pensase que había salido de la jaula por error. Seis metros de distancia fueron suficientes para darse cuenta que no quería volver a ella.

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⏰ Última actualización: Jul 29, 2018 ⏰

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