El calor en el invierno

740 113 45
                                    


Corrió. Corrió como si su vida dependiera de ello. Corrió para huir, para alejarse, para escapar. Pero el dolor le seguía el paso. Es más le llevaba la delantera y Alexy sospechaba que pasaría mucho tiempo antes de que lo abandonara.

— Por favor, ya no más— pidió a su tonto corazón colocándose una mano sobre su pecho, justo antes de caer de rodillas en el jardín del instituto. Pero el corazón seguía doliendo. El corazón seguía amando.

Y las lágrimas tampoco se detenían. Ni las lágrimas, ni el frío que sentía.

— Solo detente por favor,— suplicó a la nada mientras se abrazaba enrollandose en sí mismo— solo deten esto.

Sintió que caía, que caía cada vez más profundo y no había manera de salir. Y sintió que moría, el frío en su interior le mataría.

Pero de repente, como una cuerda lanzada al abismo. Como un poco de fuego en su infierno nórdico. Sintió unos brazos rodearle, rescatarlo de caer en el infinito de la oscura tristeza.

— Tranquilo, estará bien, lo prometo, estarás bien— la voz suave de Arlett le tranquilizo mientras le abrazaba con fuerza.

Alexy no se había percatado de cuando el chico llegó a su lado. Mucho menos de cuando se arrodilló solo para abrazarle también. Pero aunque no creía en las palabras que le decía, quiso hacerlo. Quiso creer que realmente estaría bien.

— Duele— sollozo el ojirosa finalmente correspondiendo el abrazo con fuerza.

— Lo sé, lo sé— le consolo el pelimorado mientras pasaba con suavidad una de sus manos por el cabello contrario— pero pasará, lo prometo.

**********************************************************

Nathaniel tenía pocos momentos felices en su vida. Casi siempre vivía bajo la presión por parte de sus padres de ser el mejor alumno. Eso junto a los problemas que le generaba "su linda hermana" y los constantes imprevistos en el instituto, solo le generaban momentos de estrés.

Pero ese no era uno de esos momentos, era uno de los buenos, de los pocos que habían.

Podía sentir a Castiel cerca de sí. El calor del pecho del pelirrojo acariciar su espalda. Sentía las manos de este tocar sus muñecas, y ahí donde fuera que su amor tocase se sentían cosquillas y fuego a la vez, como si miles de duendecillos diminutos encendidos en llamas tuvieran un ritual de baile en su piel. Pero lo mejor talvez, era casi poder respirar el mismo aire que el otro. Castiel estaba cerca susurrandole con su voz ronca, hipnotizandolo de tal manera que no podía entender sus palabras, solo quería seguir escuchando su voz sin importar lo que dijera. Esa voz que lo llevaba al infierno o le elevaba al paraíso.

— ¿Qué?— preguntó cuando el pelirrojo se detuvo, como suplicandole para que volviera a hablar.

— ¡Que agarres bien las putas baquetas!— se quejo el pelirrojo con el seño fruncido— Las primeras veces hasta dude que fuera accidental pero ahora estoy seguro que me quieres matar, o peor aún, me vas a terminar sacando un ojo.

Esa frase regreso a la realidad al rubio. Cierto. El ojigris estaba dándole lecciones de batería no acurrucandose con él cuál Romeo y Julieta en balcón a la luz de la luna.

— ¿Cómo puede ser peor que te saque un ojo a que te mate?— replicó el ojidorado pero aún así hizo caso y tomó con más fuerza las baquetas. Claro también se dispuso a no desconcentrarse, lo cual era la principal causa de los accidentes.

— Por supuesto que es peor,— Castiel se separó un poco para ajustar algo entre el equipo de sonido pero luego regreso a la misma posición cerca del rubio, cosa que hizo a este contener un suspiro— morirse no es tan malo comparado a deformar esta bonita cara.

El Delegado Y El GuitarristaWhere stories live. Discover now