¿Tu podrás perdonarme?

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Nathaniel despertó algo confundido, lo primero que vio fue un techo blanco que reconoció con algo de dificultad como el de de los vestidores junto al gymnasio, se dio cuenta entonces de que estaba acostado en una de las bancas del sitio . De repente sintió algo frío en el pecho y al llevarse una mano para comprobar que era se percato de que allí tenía una compresa con hielo.

— No te recomiendo que te la quites todavía— escuchó una voz venir de al lado.

Volteó su cabeza y allí estaba sentado en la banca del frente un chico realmente alto. Este iba completamente de negro, muy en contraste con su piel clara pero que hacía que sus ojos y cabellos plateados lucieran aún más atractivos. Estaba leyendo lo que parecía ser una revista de manualidades para chicas lo cual daba como resultado una imagen completamente irónica.

— ¿Alfred?— le nombró suavemente el rubio al reconocerlo como el chico nuevo que había llegado un par de semanas atrás.

— En realidad soy William— respondió el chico regresando la mirada a su revista. Aparentemente el tejido de ositos era un tema muy interesante desde su punto de vista.

— Ah claro...— aceptó Nathaniel recordando que Armin ya le había comentado algo sobre la doble personalidad del chico nuevo.

El rubio consulto la hora en su reloj de muñeca e inmediatamente entró en pánico, era tarde pero ese no era el principal problema. Él no tenía puesta su manga, mejor dicho no tenía puesta su camisa, así que probablemente los golpes estaban a la vista del otro chico.

— Es...esto no es lo que parece,— el ojidorado se incorporó rápidamente intentando excusarse ante el otro— esta mañana me resbale en las escaleras de la casa y...

— Ni lo intentes,— le interrumpió el peliplateado mirándolo con calma— conozco esos golpes, el padre de Alfred tampoco medía su fuerza aveces.

Nathaniel se sorprendió pero luego no pudo más con la presión y solo desvió la mirada avergonzado.

— Estas equivocado, fue un accidente— insistió el rubio en voz baja.

— Si, como digas, si eso te hace sentir mejor, pues siguete mintiendo— respondió el otro dejando la revista a un lado para tomar la camisa del ojidorado que estaba a su lado en la banca y arrojarsela— pero recuerda que las mentiras no duran mucho, ni siquiera las que nos décimos nosotros mismos.

— Lo siento, debió ser difícil arrastrarme hasta aqui— se disculpó el delegado colocándose la camisa con rapidez.

— Tranquilo chaval, William es muy fuerte— contestó con una voz más amigable el ojigris mientras sonreía con simpatía.

— Aún así, gracias...¿William?— dudó el rubio sonriendo apenado.

— Alfred, soy Alfred pero yo le paso el mensaje a William así que tranquilo— le aclaró al parecer, Alfred, entusiasmado— ¡Ah! Casi lo olvido, si la enfermera te pregunta por un golpe en la rodilla tu solo siguele la corriente, esa fue la excusa que le di para conseguir el hielo.

El ojidorado asintió afirmativamente y el otro sin más se marchó.

Una vez de nuevo solo en aquel sitio Nathaniel suspiró cansado. Sabía que esa vez había topado con suerte pero no estaba seguro de poder seguir en la misma situación por mucho tiempo.

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Armin caminaba por el pasillo buscando la libreta de su novio. Él albino le había dicho que no se molestará pero el aún sentía la necesidad de ayudarle pese a todo.

— No es su culpa ser tan distraído— pensó resignado mientras se adentraba al nuevo pasillo.

De repente el pelinegro notó a Kentin arrecostado en la pared, el castaño tenía la mirada perdida y un aura triste.

Armin sin dudarlo comenzó a correr y se lanzó sobre él haciendo que ambos cayeran al piso de manera estrepitosa.

— ¡Ken!— gritó el ojiazul con todas sus fuerzas.

— ¡Armin, idiota! ¿Qué crees que haces?— se quejó el castaño pero su sonrisa revelaba que no estaba enfadado, ya se había acostumbrado a las estupideces de los gemelos.

— Bueno venía por el pasillo y te vi aquí superultrahipermega depresivo y me pregunte "derribamos a esa bolita depresiva" y me contesté casi al instante "pues si"— explicó Armin sin detenerse a respirar.

— ¡Hey! ¿Qué paso con el respeto a tu maestro?

— ¿Qué mejor forma de honrarte que yo mismo derribarte?

Ambos chicos comenzaron a reír hasta casi quedarse sin aire y finalmente decidieron levantarse del suelo.

— ¡Dios! Tu si que eres Armin...— comentó recuperando el aliento el ojiverde.

— Bueno si pero ya estas riendo de nuevo y eso es lo importante— confesó el ojiazul para sorpresa del otro— como sea, debo seguir buscando la libreta de Lys así que chau.

Armin estaba por irse pero Kentin lo detuvo tomandolo por la muñeca.

— ¿Ken? ¿Sucede algo? — preguntó el ojiazul mirando a su amigo extrañado.

— Min...— el castaño le miró directamente a los ojos con gesto preocupado— Sí algún día llegó a lastimar a Al de manera irreparable ¿Tu podrás perdonarme?

El pelinegro fruncio el ceño y miro al otro con seriedad.

— ¿Tienes planeado lastimar a Al?— indago con tono frío.

— No... bueno no intencionalmente— confesó el militar soltando el agarre de su amigo y agachando la mirada.

Armin lo pensó un segundo y luego suspiró antes de responder.

— Tu me ayudaste a ser mejor Kentin, sé más que nadie lo amable que eres, por lo que si realmente no es tu intención dañar a Al pero aún así termina sucediendo, no te lo recriminare. Sin embargo, él es mi hermano, así que estaré a su lado pase lo que pase.

— Comprendo— contesto algo abatido el castaño sin levantar la mirada pero para su sorpresa Armin le golpeo suavemente la frente con el dedo índice.

— Eso no quiere decir que dejemos de ser amigos pequeño Ken y los amigos se dan palizas así que mejor cuidate.

Ambos chicos entonces se sonrieron complices.

— ¿No tenías que buscar una libreta?

— Cierto, la libreta, me voy— declaró Armin para esta vez si marcharse sin más.

Kentin por su parte se sintió un poco más aliviado pero aún así seguía muy preocupado, no quería hacer infeliz a sus amigos ni a su novia pero no sabía como resolver las cosas.

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Alfred reapareció, si no saben quién es él pues ¿Por qué no leyeron "El friki y el Victoriano"?

Como siempre agradecer sus lecturas y comentarios.

Abrazos psicológicos a lo German.

El Delegado Y El GuitarristaWhere stories live. Discover now