siete

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Entramos al restaurante repleto de personas.
El olor a comida invadió mis fosas y en ese instante mi sensación de hambre se triplicó, recordándome que tenía el estómago vacío desde la mañana. Al dar un vistazo rápido al lugar, la única mesa disponible estaba cerca de la entrada principal.

—Iré a ordenar— dije mientras los chicos se sentaban —¿Qué van a querer?

—Yo quiero dos hamburguesas y unas papas.

   —Yo también quiero una hamburguesa pero con extra queso.

—Y yo una cajita feliz y una soda.

   —¡Y también trae nuggets!

Ni siquiera pude distinguir quién pidió cada cosa.

   —Perfecto, ahora vuelvo— dije.

"Dios mío, estos hombres comen como si no hubiera un mañana".

Me acerqué al mostrador mientras repasaba cada cosa que habían encargado en mi mente.

"...Hamburguesa con extra queso, nuggets..."

   —¿Ya vas a pedir?— espetó de mala gana una de las empleadas del restaurante.

Era una chica joven, rubia y de ojos verdes con una placa de identificación que rezaba "Jessica".

   —¿O necesitas más tiempo?—impaciente alzó las cejas.

Ignoré su mal carácter y primero ordené lo de los chicos, dando gracias ya que no se me había olvidado nada.

   —Ah y también una malteada de fresa— añadí. Al terminar de ordenar me vió como si fuese un fenómeno. Tal vez pensaba que todo era para mí y ese no era el caso. De todas formas, si hubiese sido así, no tendría nada de malo.

De pronto una mano se posó en mi hombro.

   —¿Podrías pedirme un helado?

   —Luke pídelo tú, ya he terminado de ordenar.

   —Por favor— contestó haciendo un puchero.

   —Ni lo sueñes— me crucé de
brazos. —Ella estaba a punto de matarme si no hubiera sido porque dejé de ordenar— contesté en voz baja señalando discretamente a la empleada.

  Luke rodó los ojos —Bien...— dijo rendido —¿Puedes añadir un helado a la orden?— se dirigió a Jessica.

Ella lo miró y su expresión de odio cambió a modo seductor en cuestión de segundos.

   —Por supuesto— dijo recargándose hacia él sobre el mostrador —¿Vainilla está bien?

   —Lo que tú desees.

—Claro que sí, ¿Algo más?— suspiró con una sonrisa coqueta.

El negó con la cabeza.

—Son 50 dólares

Extendí un billete. Jessica lo arrancó de mi mano.

   —Enseguida traigo tu orden— le dijo a Luke guiñando un ojo y desapareció de nuestra vista.

No sabía cómo sentirme respecto a eso. Y no por el hecho de que estuviesen coqueteando mutuamente, si no, por el hecho de que ella me había tratado pésimo sin haberle hecho algo.

   —Aparte de psíquico, hipnotizador de mujeres, ¿eh?— pregunté enarcando una ceja —¿Algo más que añadir al currículum?

—Te ves linda interrogándome—deslizó un mechón de pelo y lo puso tras mi oreja —¿Tú tienes alguna habilidad secreta para hacer enojar empleadas?

Puse los ojos en blanco.

La cajera enseguida trajo el helado, las hamburguesas y los nuggets. Los dejó sobre el mostrador y rápidamente volvió a la cocina por las bebidas.

   —No lo sé y podría decir lo mismo de ti, pero te hace falta algo en la cara... tal vez si...— dije y enseguida tomé un poco de helado y lo embarré en su pequeña nariz.

   —Así está perfecto— añadí con la misma emoción que hubiese tenido  un pintor al haber acabado por fin una obra de arte importantísima.

  —Oh, no debiste haber hecho eso—advirtió divertido y tomó un poco más de helado que yo, embarrando mi mejilla haciendo que me sobresaltara. Enseguida tomé más helado y lo embarré en toda su cara. Él tomo todo lo que sobraba e imitó mi acción.

Segundos después las papas y los nuggets estaban por todas partes. Mi pequeña broma se había convertido en una auténtica guerra de comida.

  —¡Basta! No está permitido este tipo de comportamiento dentro del restaurante— La voz de Jessica fue inaudible ante el bullicio del restaurante —¡QUE NO JUEGUEN CON LA COMIDA!— el ruido de fondo se detuvo, su voz desesperada se tornó chillona y realmente graciosa.

Luke y yo paramos en seco nuestra batalla y estallamos a carcajadas.

Lo siguiente fue que nos echaron del restaurante.

—No puedo creerlo ¡yo sólo quería mi helado!— dijo Luke entre carcajadas mientras intentaba deshacerse de los restos de comida en su cabello.

—¡Luke!— me volví hacia el y reí.
—Ha sido tu culpa, tu hiciste que todo se descontrolara— golpeé suavemente con una mano en su pecho.

Tomó mi mano y me acercó más a él.

—Fue divertido ¿o no?— una media sonrisa salió de sus labios. Sus ojos azules penetraron los míos, provocándome una extraña sensación de vulnerabilidad.

De pronto los chicos salieron con bolsas de comida y me solté de su agarre.

—Carajo, ¿qué pasó ahí dentro— preguntó Michael.

Luke y yo nos miramos.
   —Pues...

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