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  Después de nuestro último día y por fin terminar el curso, dedicamos toda nuestra atención al asunto del viaje. Nos enfocamos en comprar tanta ropa como nos fue posible, organizamos las maletas y pedimos permisos, que por cierto, a mi madre le encantó la idea; por lo que no hubo problema con ello.
Mi papá nunca estaba en casa, vivía únicamente para su trabajo y sus viajes. De hecho había ocasiones en las que no lo veía más que una vez al mes, así que ni me molesté en consultarlo, supuse que mi madre se encargaría.

Y por fin, después de una larga semana de preparación, el día del vuelo llegó.

    —¡_____!— gritó mi madre desde el piso de abajo -¡Baja tu equipaje ahora o llegarán tarde!

    —Sí, un segundo— contesté mientras intentaba hacerme un peinado. Mi cabello es demasiado rebelde. Intenté diferentes estilos, sin embargo lo único que me quedó en ese momento fue un chongo despeinado.

  Eché un vistazo a mis maletas, "esto será un poco difícil".
Tenía muchas maletas, pero no eran en vano, estaríamos en Australia unas tres semanas, era necesario. Supongo.

  Bajé unas cinco veces a la sala para juntar y acomodar las maletas una por una. Al bajar la última y ponerla junto con las otras me percaté que Madison ya había llegado.

  Iba vestida realmente veraniega. Sandalias, sombrero, lentes de sol e incluso llevaba uno de esos collares hawaianos, lo cual se me hizo realmente gracioso. Yo iba con unos shorts de mezclilla cortos, una sudadera blanca y unos Adidas.

     —Mad, hola— dije un poco exhausta intentando recuperar el aliento.-¿lista?

     —¡Por fin! Vamos, Taylor ya está en el auto.

Al abrir la puerta de la entrada noté que el auto de Madison estaba aparcado justo fuera de mi casa.

    —Hey _____ , ¿te ayudo con eso?—Taylor bajó de la camioneta para tomar una de mis maletas y subirla al maletero.
Me di cuenta que Taylor llevaba incluso más equipaje que yo y entonces, no me sentí tan fuera de lugar.

Por último me acerqué a mi madre que estaba recargada en el marco de la puerta principal observándonos.

    —Te amo hija, cuídate— dijo mi mamá un poco conmocionada mientras me abrazaba.

Ya habíamos tenido una charla hace unos días, por lo que esta despedida no fue tan "difícil".

  —Lo haré, no te preocupes, nos veremos pronto.

  —Diviértete mucho. Estamos en contacto.

Le sonreí.
     —Claro, adiós.

Subí a la camioneta donde ya estaban mis amigas esperándome. Arrancamos y nos dirigimos al aeropuerto para tomar el vuelo directo a Sydney.

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