—¿Qué... mierda... es lo que piensas hacer?

Leopold abrió los ojos, desconcentrado, y echó un vistazo hacia abajo. La mirada paranoica de Elián con un cigarrillo brillando en sus labios le cortó el momento aterrador entre el paso de la vida a la muerte. Tenía las manos en los bolsillos de su abrigo y las solapas del saco hacia arriba, algunos copos de nieve estaban sobre su cabeza, humedeciendo su oscuro cabello, pero sus ojos azules brillaban con sorpresa pero también con inherente control.

Dio una calada a su cigarro, con despreocupación, como si lo que Leopold intentaba hacer, le importara en absoluto.

—Está nevando. ¿Sabes que puedes resbalar y caer? —dijo, de forma casual.

Claramente, Leopold estaba pensándolo mejor, y sus rodillas flaquearon, temiendo caer en contra de su voluntad. Tenía que estar decidido a realizarlo. Con Elián enfrente suyo no podía hacerlo. Optó por encontrar una mejor ocasión. Aunque antes, no dejaría vivo al novato. Iría hasta el fondo con él, hasta que pagara. Con dificultad, porque los nervios se le volvieron en contra y la distracción de su amigo, habían logrado relajarlo, bajó temblando como una hoja. Apretaba sus dientes con impotencia. Cayó de un pequeño salto al lado de Elián, y se aferró a las mangas de su saco, apretando y retorciéndolas, sin contener las lágrimas, lloró como un niño, escondiendo sus ojos del otro.

—Ven, vamos a tomar algo.

Los sonidos secos de sus pasos sobre la nieve densamente acumulada ocultaron la presencia de ambos, hasta que llegaron a la cocina, y Elián, de una alacena escondida entre bolsas gigantes de harina, extrajo una botella de brandy, que ya estaba abierta, la empinó en su boca, y se la pasó a Leopold, quien le imitó rápidamente bebiendo más de lo que podía aguantar su garganta en un trago. Y tosió la molestia que provocó la quemazón de su esófago. Volvieron a salir al exterior, y se ocultaron en las caballerizas oscuras, sentándose sobre una mata de heno fresco. Elián prendió un nuevo cigarrillo, sin decir nada, y dejó que el humo se escapara de sus labios dibujando arabescos que danzaban su propio ritmo bajo la claridad nocturna.

Al cabo de un rato, la botella estaba casi vacía.

—Voy a romper nuestro pacto —habló Leopold —Lo siento.

Elián no dijo una palabra, ni tampoco se atrevió a juzgarlo en sus pensamientos. Leopold necesitaba hablar con una persona, le pareció extraño que no fuese con André, con quien siempre había tenido mucha más confianza, pero había sido él, quien lo había encontrado en un momento de profunda debilidad, a punto de cometer una locura.

—Amo a alguien —confesó. Las palabras salieron calientes por el alcohol, fáciles, como si las hubiese soplado. Se agarró la cabeza con ambas manos, y removió su cabello lacio, con desesperación —Solo que ese alguien, está también con otra persona.

—Entiendo.

—No, no creo que lo entiendas. Porque están ciegos, André, y tú. Lo defienden todo el tiempo.

Elián hizo un silencio imposible, después de que apagó su cigarrillo de una pisada, procesando lo que Leopold le decía. Estaba hablando de Alexander. Su interés fue en aumento, solo que trató de refrenarlo. ¿Era tan obvio que lo miraba con otros ojos, aquellos que nunca miraron a nadie más en todo el colegio, porque eran esquivos y autistas?

—No se dan cuenta, que el novato esconde algo, que no es quien dice ser. Tiene un secreto. Y lo he descubierto. Está con mi novia.

—¿Novia? —repitió incrédulo Elián, observándole por primera vez.

—Sé las reglas del colegio, mejor que nadie Elián, no me reproches —se defendió sin ánimos.

—Jamás lo haría, me sorprende, es todo —comentó.

© La Cima de las Tormentas [COMPLETA✔ ]On viuen les histories. Descobreix ara