Capítulo 20. Demasiado que pensar.

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—Tienes razón— digo luego de unos segundos. —Pero no puedo evitarlo: tengo miedo. 

Le conté todo a Margaret. Desde que me desperté y hasta que Zachariah se fue. Margaret suspiró y siguió dándome ánimos para que me anime a poder estar con Zachariah.—Él es un chico bueno y amable. Al principio parecía ser el típico chico mujeriego que está con todas, pero luego no se mostró así, tú sabes, deberías darle una oportunidad...

—¡Esta bien!—dije cortándola. —Lo haré ¿sí? O por lo menos lo pensaré. Primero quiero saber por qué  Nare no quiere que esté con Zacha, debe ser algo raro porque yo sé que Nare quiere lo mejor para mí y aparte, Zachariah tampoco quiso contármelo...—dije frunciendo el ceño.

—Bueno, entonces lo averiguaremos juntas. Yo quiero que tú estés con él— dijo haciendo pucheros. Ay, dios. 

Quisimos terminar nuestras bebidas pero estaban frías, habíamos pasado mucho rato hablando y no nos habíamos dado cuenta. Pagamos la cuenta y Mar y yo decidimos irnos cada una a su casa, ya se iba haciendo tarde. 

Estaba llegando a mi casa cuando vi una figura apoyada en el marco de mi puerta. Me detuve con miedo pero al darme cuenta quién era seguí caminando. Toqué el hombro de la persona al llegar allí.

—¿Qué haces aquí?— pregunté con una sonrisa que se me borró rápidamente al ver el corte en la ceja y el ojo hinchado que tenía la persona ante mí. —¡Oh por Dios, Zachariah! ¿Qué te ha pasado?

Él sólo se limitó a darme una mirada triste. —Necesitaba verte. ¿Podemos entrar? Tu madre no está... dijo que iría a lo de tu tía.

—¡Oh! Sí, si claro, entra— dije atropelladamente abriendo la puerta y dejándolo pasar. —Siéntate, yo ya vengo— dije señalándole uno de los sofás de mi sala. Subí corriendo hacia mi habitación y dejé mis cosas allí. Luego corrí hacia mi baño para tomar algodón y algo para desinfectar la herida de Zacha. 

Cuando bajé él estaba sentado tal y cómo le dije, con la mirada perdida en algún punto de la pared. Me acerqué a él y me senté a su lado. —¿Zacha?

Me miró y yo tomé un poco de algodón y lo mojé en alcohol. —Esto arderá. ¿Puedes decirme que ha pasado?— dije comenzando a presionar el algodón en su ceja. Zachariah hizo una mueca de dolor para luego suspirar. 

—Mi madre... está en el hospital... y es mi culpa— dijo pausadamente. Me separé de él y lo miré a los ojos. 

—¿Qué?

—Llegué a la casa de mi madre y no la vi. Sólo vi a mi padre en el medio de la sala caminando de un lado a otro como un león enjaulado. Le pregunté dónde estaba mamá, y me dijo que se la habían llevado al hospital porque se había desmayado—cerró los ojos y suspiró. Seguí limpiándole la herida y calló hasta que terminé.— Le pedí explicaciones y me dijo que mamá los encontró a él y a esa puta besándose y se puso a gritar, discutió con mi padre y se alteró tanto que su presión subió y se desmayó. Lia esto es mi culpa. Si no me habría ido de allí, hubiera podido proteger a mamá. Yo...

—No es tu culpa— dije tomando su rostro entre mis manos. —No es tu culpa. Sólo es un desmayo, estará bien. 

—Eso es lo malo. No sólo es un desmayo. No saben que es. Esto pasó hace horas y aún no se a despertado... le están haciendo estudios. 

Asiento comprensivamente y me levanto para ir a la cocina por hielo para su ojo y su mano que vi que está bastante hinchada. Volví con una bolsa en la mano llena de hielo y me senté.

Tomé su mano y coloqué el hielo allí. —Ahora, ¿vas a decirme cómo te hiciste esto?

—Golpeé a mi padre. Esto es mi culpa sí, pero el mayor culpable es él. Él tenía que haberla echado de allí. Tiene dinero, puede pagarle una casa. 

¿Y si te robo un beso?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora