Capítulo 12. ¿O qué?

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La casa de Zachariah era agradable. Era tan grande como la de Nare o más, pero no tenía ese aire moderno. La casa tenía una verja baja de madera y había un caminito de piedra por el cual llegabas a la entrada.

—¿Agradable, verdad?— preguntó Zachariah arrastrando su moto hasta el garaje de la casa.

—Sí, es bonita.

—Ven, entremos—se dirigió a la puerta y estuvo a punto de abrirla cuando se detuvo— ¿No tienes sed, ni nada verdad?

Negué con la cabeza. —No, estoy bien.

Soltó un suspiro de alivio y abrió la puerta. —Entra.

Entré y el interior de la casa era tan rústica y bonita como el exterior. A mi derecha estaba la sala de estar con sofás y una mesita ratona. Había un hogar también, a leña.

—¿Mamá?— gritó Zachariah.

—¿Zachariah? Hijo estás en casa— respondió alegremente una voz de mujer que venía de mi izquierda. Giré la cabeza y vi a una mujer no muy alta de unos cincuenta años, entrar en el vestíbulo. Llevaba un pañuelo en la cabeza y se veía débil, pero estable. Era bellísima y sonreía. Tenía la sonrisa de Zacha. La verdadera. La completa.

Zachariah la vio y se apresuró a su encuentro. La abrazó fuertemente. —Mamá— dijo.

—Me alegro que estés bien, hijo— miró por encima del hombro de Zachariah que la cubría completamente y preguntó: —¿Quién es esta chica?

Zachariah se deshizo del abrazo, me miró y respondió: —Ella es Lia, mamá. Es la mejor amiga de Nare.

La mujer me miró y entrecerró los ojos. Me abarcó el miedo y me puse tensa. ¿Sabía quién era yo? ¿Ella sabía sobre mi pasado? ¿Se lo diría a Zachariah? 

La mujer parece que vio mi miedo, asintió y sonrió. —Encantada de conocerte—dijo extendiendo la mano. La tomé y ella me dio un leve apretón como de aliento.—Sentémonos, le pediré a Marsha que nos prepare algo— dicho eso se dio la vuelta y se marchó a lo que supuse era la cocina. 

Miré a Zachariah y lo vi apretando la mandíbula. Esa tal Marsha debía ser la cocinera embarazada de su futuro hermano. Uy, que mal sonaba eso. Me acerqué a él y le apreté el brazo.

—Tú puedes con esto, Zacha— susurré.

Zachariah me miró por unos segundos relajándose y finalmente me abrazó. —Gracias por estar aquí— susurró contra mi pelo. Sólo asentí.

Escuchamos pasos y nos separamos. Era la madre de Zachariah entrando de nuevo en el vestíbulo. Me miró con una sonrisa amable.

—¿Se quedan a almorzar?— preguntó.

Zachariah me miró consultándome y yo me encogí de hombros. —Sí, ¿por qué no?— respondió.

La madre de Zacha —la cual aún no sé su nombre— nos sugirió de nuevo que nos sentáramos y obedecimos.

—¿Volverás?— preguntó su madre —a la cual por ahora nombraré como Señora Pierson— y Zachariah negó con la cabeza— Lo supuse. No hay ninguna maleta por aquí.

—Mamá...—comenzó Zacha pero la mujer levantó la mano y lo calló.

—No sé lo que pasó entre tu padre y tú... pero deben hacer las paces y tú debes volver a tu casa. No haces bien ocupar la casa de tus tíos— Zacha abrió la boca para replicar pero su madre lo volvió a callar.— Sé claramente que les das dinero por la comida y esos gastos, pero hijo, no deberías vivir allí. Ésta es tu casa. Siempre lo ha sido, desde el día en que naciste has vivido aquí.

¿Y si te robo un beso?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora