Te amo

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Querida Mía:

Han pasado más de seis meses desde que me encuentro en esta maldita habitación de hospital, se más que nadie que el tiempo puede pasar tan rápido como las manecillas del reloj y también sé que mi tiempo pronto llegará a su fin. No busco causarte más dolor del que ya he causado, más lo siguiente que te contaré no será algo fácil de asimilar, pues es algo que causó remordimiento en mí misma durante mucho tiempo, algo que trajo consecuencias, pero las mejores a mi parecer.

Cuando llegue a Belice solo éramos mi mochila, un par de libras y yo, pero a pesar de no tener casi nada para poder sobrevivir, la sonrisa que se hallaba sobre mi rostro en esos momentos era totalmente sincera, por primera vez me sentía yo misma lejos de mi familia y de mi país, el cual había dejado atrás de un día para otro. No mentiré diciendo que me arrepentía de huir de mi casa tan joven porque de cierta manera nunca lo hice, al llegar ahí no tenía ni idea que hacer así que empecé a caminar por las hermosas calles hasta que llegue a Cayo Ambergris, donde camine durante más de una hora admirando lo maravilloso y hermoso que sin duda alguna era el lugar.

Me detuve tiempo después en una pequeña banca cerca del muelle que daba al mar, desde ese lugar la vista era magnífica, recuerdo haberme reído por las tonterías que un grupo de amigos hacia a tan pocos pasos de mí, parecían divertirse mucho entre sí tratando de tirar a uno de ellos, el cual se oponía a que lo lanzará hasta que lograron su propósito dejándolo caer en el mar. Era la primera vez que me reía desde que había llegado pero mi risa desapareció cuando un par de ojos grises se clavaron en mi mirada, simplemente quedé impactada y sorprendida, pues nunca había visto unos ojos tan hermosos como los de aquel chico empapado a quien habían tirado al mar hacía tan solo segundos.

Aun puedo recordar lo nerviosa que me puso aquella mirada, recuerdo que mis carcajadas desaparecieron de la noche a la mañana y de repente me encontraba caminando nuevamente lejos de aquel puerto y de aquellos ojos grises. Los días había pasado tan rápido que pronto había conseguido empleo en un pequeño restaurante con buena ubicación y muy buena clientela, la paga no era tan buena, pero con ella podía sustentar mis pequeños gastos.

Pronto pasaron los meses y se convirtió en un año, me gustaría decir que nunca más volví a ver al dueño de los ojos grises, pero eso no fue lo que paso si no todo lo contrario, pues con cada mes que pasaba había podido conocerlo mejor, a Aiden, que era como se llamaba, un chico encantador, el cual me enamoró desde el primer momento hasta que después de un año más nos hicimos oficialmente novios convirtiéndonos en la pareja más envidiada de todo el lugar.

Te preguntarás ¿Qué tiene que ver todo esto contigo?

Todo, pues aquel chico de ojos grises del cual me enamore hace muchos años, es nada más y nada menos que tu padre, sé que no debería de decírtelo así, sé que esta es una de las peores formas de decir este tipo de noticias, pero para ser sincera me moría de nervios cada vez que intentaba decirte la verdad, no culpes a tu papá, él tampoco lo sabía, no hasta hace algunos días. Se que me odiaras por mucho tiempo, lo comprendo completamente sé que te he lastimado mucho y sé que aún lo haré más con esta noticia.

Espero que puedas perdonarme algún día, en verdad espero que lo hagas.

Con amor: Mamá 

Cartas a PapáWhere stories live. Discover now