3

2.5K 214 42
                                    

No sé en qué momento se me ocurrió aceptar la invitación. Una fiesta no es mi lugar, mucho menos una en la piscina.

Maldito seas, Sebas, por obligarme a socializar.

Camino con cuidado al borde de la piscina de mármol portando un cauteloso bañador negro que contrasta con la palidez de mi piel. Se nota que llevo meses sin exponerme a los beneficios de la vitamina D.

Disfrutando de la frescura del agua me encuentro a la chica con la que tropecé recientemente el primer día de clases, rodeada de varias personas.

Parece que se lo están pasando en grande. Puedo hacer esto. Quiero pasármelo bien.

Mira lo fácil que es en Los Sims: pasan varios minutos siendo amables, ya son mejores amigos e incluso pueden mudarse juntos.

Ojalá fuera tan sencillo en la vida real.

La bella chica de corto cabello castaño levanta la cabeza en mi dirección, por lo que no puedo evitar mirar hacia atrás para saber si me está observando realmente a mí o estoy obstaculizando las vistas.

—Hey, la peliazul, ¿cómo te llamas?— pregunta contoneándose al acercarse, todo ante la atenta mirada de sus acompañantes.

Las gotas se deslizan sobre su cuerpo a medida que avanzan, provocando que desvíe la vista hacia su diminuto bikini blanco.

Trago saliva antes de contestar, deseando que Sebas esté aquí en este momento. ¿Por qué pepinos tuvo que irse al baño justo cuando estoy socializando?

—Poché, encantada— pienso en darle un apretón de manos pero me abstengo, ya que está empapada.

¿Quién va a una fiesta en la piscina y no quiere mojarse? Esta servidora.

—Poché, me aburrí, tráeme agua— escucho la petición de la castaña.

Las carcajadas de sus amigos me llenan los oídos aunque yo no entiendo el chiste. Ha de ser un chiste interno de su amistad, de esas a las que aspiro. Pero para socializar tengo que hablar.

—¿Estás en una piscina y te apetece agua?— enarco una ceja en cuanto suelto la pregunta.

A ella no parece gustarle mi comentario, pues su sonrisa desaparece de inmediato. El silencio no se rompe hasta que otra chica a su lado, con maquillaje sorprendentemente correcto para estar mojada, retoma la palabra:

—Si Daniela Calle te pide algo debes dárselo, niña.

Ambas muchachas me muestran sus expresiones molestas y justo cuando me dispongo a rechistar, un Sebas apurado me aleja de la multitud.

—No te costaba tanto hacer amigos, ¿eh?— suelta de modo sarcástico.

Pero ni siquiera mi nuevo amigo Sebastián Villalobos puede evitar mi caída al agua, provocada por el séquito de Daniela Calle.

●●●

Analizo la silueta de Daniela cubierta por mi propia toalla. Su cabello gotea sobre la moqueta y sus pies descalzos contribuyen a empapar el suelo.

—¿Ca... Calle? ¿Qué haces aquí?— formulo en un intento por sonar cordial. ¿Puedo mantener la tranquilidad si no entiendo nada de lo que está pasando?

—Posgrado, yo... necesitaba un lugar para ducharme— explica mientras coloca bien la toalla en su pecho.

—Es Poché, como el huevo— aclaro, sintiéndome un poco idiota por tener que hacerlo.

Cita dobleDonde viven las historias. Descúbrelo ahora