xxvi. Bajo las estrellas

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¿Te gustan las estrellas? Son hermosas, brillando sobre el cielo que cubre nuestras cabezas.

Vio todas las estrellas, el cielo nocturno abriéndose vasto y enigmático, Yūgi creyó poder ver inclusive más allá del cielo mismo, aún pequeño e insignificante, sus pies fueron abrazados por la arena, amatistas destellantes que por un momento creyeron poder ver el polo opuesto aquella noche, su ser tan abajo, tan profundo que del marino suelo no surgía.

La vista era hermosa.

—¿Qué haces fuera? —la voz juguetona de Atem llamándole detrás, abrió los ojos sorprendido, sus miradas chispeantes colisionando—; Hace frío.

Yūgi lo había ignorado hasta aquel momento, su piel estaba helada, fría como el soplo invernal. Y sonrió cuando el faraón llegó a su lado para abrazarle, su calor corpóreo descomponiéndose a su lado.

—Gracias —susurró Yūgi, luego no hubo frío, algo más allá de los brazos que le rodeaban.

—¿Por qué están fuera tan tarde? —esta vez la voz de Yami se materializó, sus labios haciendo presión contra la mejilla de Atem, mientras abrazaba al más pequeño de los dos, había una manta.

—Yūgi estaba fuera.

—Yo... quería ver las estrellas.

«Quería alcanzarlas» y todo se deshizo en un cálido abrazo fundido bajo la estela de brillantes «te amo»

La luz de una estrella tarda 4 años en llegar a nosotros, aún a 299 792 458 m/s tarda cuatro años en llegar, aún cuando la estrella ha muerto, y, es triste saber que lo que vemos, es sólo un reflejo de lo que ya no está ahí.

—Los amo...

La muerte y el juicioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora