xxiii. Deberías darle una oportunidad

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El magnánimo día llegó, Yami, le daría una respuesta y para colmo Atem se encontraba en la esquina de la habitación, viendo el espectáculo, ¿podría tener más humillación?

—Escucha Yūgi... —no, no quería oírle, antes siquiera de que su pequeño amor no correspondido fuera rechazado oficialmente, lo besó, el suave algodón de sus labios haciendo una presión cálida contra los de Yami, sabía lo que diría y no quería oírlo, así se ahorraría el dolor.

—Yo, sólo quiero que sepan que los amo... a ambos. Fue un placer —fue un pequeño susurro tímido y tembloroso, finalmente se dio la vuelta, con la cabeza gacha y fue detenido, su brazo estaba tomado firmemente por Yami quien tenía igualmente la mirada baja, arboledas ardientes en carmesí, surcando sus mejillas.

Atem estaba sonriente, ¿por qué estaba sonriente?

—Yo no quería decir eso...

—¿Entonces...? —no podía ser verdad, sería demasiado bueno, las comisuras de sus labios se alzaron altivas, tan rápido y pronto que sintió que su rostro se partiría a la mitad por sonreír, finalmente Atem se acercó, con pasos lentos y acompasados, su lengua pasando sobre sus labios y otra sonrisa... radiante como el sol.

—Bienvenido pequeño.

La muerte y el juicioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora