xxiv. El mundo puede ser cruel

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Habiendo pasado un escándalo de tal magnitud, ahora estaban más unidos que nunca, sonrientes y juguetones, era como la calma después de la tormenta.

La luz matutina daba de lleno sobre los tres cuerpos que descansaban sobre la mullida cama, enredados entre brazos y piernas, sus pieles escalando en contraste de la luz, el primero en levantarse fue Yami, su cuerpo siendo iluminado por los rayos de sol, haciendo mella la cálida brisa otoñal, fue a preparar el desayuno y en poco tiempo, dos pares de ojos expectantes le veían con atención.

—Te ves hermoso cocinando —oh, Atem, tan jovial como siempre.

—Huele delicioso... —voz baja y tímida, tan correcto y educado como sólo Yūgi podría ser.

—Yo siempre me veo hermoso —Yami contestó guiñando felizmente su ojo derecho—; y muchas gracias por el cumplido Yūgi.

La verdadera fealdad está en mirar los rostros de la multitud, pero todo estaba bien, encerrados dentro de la burbuja radiante que ellos construyeron, lástima que la felicidad es un rastrojo efímero.

A veces el mundo puede ser cruel.

La muerte y el juicioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora