Capitulo 6

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Sarah recordó lo que Asenath le había dicho para cuando se convirtiese en una concubina. No lo había aceptado hasta que al cabo de una semana se dio cuenta de que si no aceptaba ser una concubina la echarían a la calle. Y no podría sobrevivir sola. Ahora tenía que esforzarse por sobrevivir. Lo primero era desnudarse, después arrodillarse en el suelo y esperar hasta que el hombre diese una señal. Esos eran los claros pasos que le había dado Asenath. Incluso le había hecho ensayarlos unas cuantas veces hasta que estuvo satisfecha.

Se llevó las manos al broche del pecho que sostenía la tela cuando el faraón le agarró las manos. Sus manos la sujetaban fuertemente, pero sin llegar a hacerle daño. Ella le miró con un gesto interrogante. No sabía cómo proceder, él no tenía que tocarla ahora. Ella sintió como su cabeza empezaba a dar vueltas mientras se preguntaba qué pasaría ahora.

-Quiero hacerlo yo-la luz de las lámparas de aceite le daba a su rostro un aire misterioso, su piel bronceada parecía brillar. Era como ver cuero curtido recién encerado. Daban ganas de tocarlo y abrazarlo con fuerza. Parecía tan cálido y suave.

-¿Por qué?-dijo ella mirándole a los ojos y sintiendo como sus manos acariciaban lentamente las suyas. Le gustaba ese contacto y quería prolongarlo un poco más, hasta memorizarlo y no poder sentir otra cosa sobre sus dedos. Sus dedos recorrían las manos de él muy lentamente.

-Para poder disfrutar de ese hermoso cuerpo mientras lo desnudo-dijo con una sonrisa que hizo a Sarah tener problemas para seguir el ritmo de su respiración. ÉL bajó la cabeza y le dio un suave beso al pulso que latía en el cuello de Sarah. Ella sintió que su respiración llegaba a un punto peligroso y se quedó completamente quieta mientras intentaba calmarse.

Él agarró el broche con sus grandes manos y lo quitó con bastante destreza, aunque había costado cinco intentos fijarlo en su sitio. Empezó a quitar con cuidado toda la joyería que adornaba el cuerpo de Sarah, para gran alivio de ésta. Las pesadas y molestas piezas se iban deslizando por su falda hasta llegar al suelo. Cuando quitó el colgante de la cintura sus dedos se entretuvieron en el ombligo de la chica, ella siempre había sido muy dada a tener cosquillas. Tuvo que apretar fuertemente los labios para que no escapase ningún sonido de entre sus labios. Sarah se apoyó contra su cuerpo y sintió que con su respiración las vendas del pecho se aflojaron y empezaron a caerse. Intentó levantar las manos para detener la caída pero él la agarró por las muñecas.

Los brazaletes que llevaba en las muñecas siguieron el mismo camino que el colgante y cayeron al suelo con un suave tintineo. Ella sintió alivio al tener las muñecas liberadas de esos grilletes y se acarició los brazos. Mientras las manos del faraón la acercaban aún más a él y su boca se volvía a acercar a su cuello, pero antes se inclinó y depositó un beso en la parte alta de sus pechos. Subió hasta su cuello y lamió el lugar donde la cadena del colgante rozaba la suave piel de la chica. Sintió como sus manos se acercaban a la cadena peligrosamente.

-¡No!-dijo Sarah apartando sus manos de la fina cadena. Era de un colgante que perteneció a su madre, era un símbolo celta que siempre llevaba consigo como un amuleto. Muchas veces se calmaba sosteniéndolo entre sus manos-Era de madre, no romper, por favor.

-Pues quítatelo-susurró el faraón en su oído, antes de darle un lametón al lóbulo de su oreja. Su lengua empezó a juguetear un poco con su cuello y ella casi llegó a pensar que la estaba saboreando a placer.

Era increíble lo que le podía hacer sentir solo tocándola con la boca, sus manos se habían retirado y estaban desatando su propia ropa. Como si su cuerpo reconociese al de aquel hombre y quisiese hacerle saber de cualquier manera que eran compatibles. Como si se comprendiesen a niveles más allá del físico.

La novia del faraón [Terminada]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora