Capitulo 3

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Se levantó de la cama al escuchar los ruidos, sus padres se estaban gritando mutuamente, otra vez. Otra discusión nocturna que subía de tono, las discusiones, los silencios, las miradas de odio era muy habitual. Sarah agarró a su conejito de peluche mientras iba al servicio. Bajó los escalones mientras su conejito de peluche se arrastraba por el suelo, no quería hacer ruido y quedar en medio de la discusión otra vez. Se sentó en la escalera mientras escuchaba el ruido que salía del despacho de su padre, no podía ir al baño, la puerta estaba totalmente abierta y la verían pasar.

-¡Sé que has visto a esa mujer otra vez!-dijo su madre con tono resentido. Sarah no sabía qué significaba eso, su padre veía mujeres a diario, todo el mundo veía mujeres a diario. Pero, por algún motivo desconocido para su mente infantil, eso molestaba a su madre de una manera increíble-Tengo que soportar a diario las burlas y las miradas de pena porque todo el mundo sabe que mi marido tiene una amiguita- La niña tampoco comprendía por qué eso enfadaba a su madre, ¿acaso estaba mal que su padre tuviese amigas? Ella no lo sabía, y tampoco lo sabían sus amigas.

-¿Y qué quieres que haga?-dijo su padre conteniendo la rabia. Su tono no era frío, como cuando hablaba con Sarah, ahora ardía como si fuese a quemarla en cualquier momento-Te quedaste embarazada para poder atraparme.

-Otra vez con lo mismo... Yo era virgen cuando nos acostamos, tú eras el que debía de ser responsable para recordar lo de los malditos anticonceptivos. ¡Y fuiste tú el que insistió en lo de casarnos cuando se supo lo de mi embarazo, yo solo quería que me permitieses ponerle tu apellido!- Esos reproches eran tan comunes que la niña ni siquiera parpadeó, aunque tampoco lo entendía. Cuando preguntaba a los abuelos o a sus maestros por las cosas que decían sus padres durante las discusiones, ellos solamente sonreían de manera rara y le acariciaban el pelo.

La niña alzó al conejito y miró su rostro de felpa. Le sonrió y volvió a abrazarlo con fuerza. Lo tenía desde que era pequeña.

-¡¿Ahora me echas eso en cara?! ¡Es a mí al que no le gusta esa niña! Es tan idiota como tú- Los insultos hacia su persona también eran comunes, por eso ya no les hacía caso. Estaba más preocupada porque sus padres se insultaban ahora mucho más entre ellos. Sabía que no se querían.

-¡Es dulce, amable y muy inteligente! Tienes una hija maravillosa a la que no le prestas atención. Es lo mejor que ha salido de ti-dijo su madre con un tono de resentimiento. Era la primera vez que la oía hablar así-No voy a seguir aguantando esto mucho más tiempo.

-Pues entonces vete, y llévate a ese engendro que salió de tus entrañas contigo.

-Eso haré ¡Mañana mismo, no te necesitamos para nada! Yo gano mi propio dinero. Y esa niña a la que llamas engendro algún día hará grandes cosas, estoy segura de ello- su madre salió de la habitación cerrando la puerta de un portazo. Sarah se escondió para que no la viese.

Cuando subió, después de ir al baño, vio luz en el cuarto de su madre. La vio haciendo las maletas con un gesto totalmente furioso. Se metió en su habitación y volvió a estar bajo las sabanas.




Caminando bajo el sol abrasador del desierto no pudo evitar pensar en las palabras de su madre el día antes de huir de la casa de su padre. Grandes cosas. Era tan ridículo que alguien pensase así, ella no había logrado nada en su vida, absolutamente nada, puede que el odio de alguna persona. Alguien que podía drogarla y dejarla tirada en medio del desierto para que tuviese una muerte lenta y horripilante, sólo que ahora no se le ocurría nadie aparte de su padre. Había rasgado el bajo del camisón, bendito largo, para vendarse los pies y no sentir la arena ardiente en la planta de los pies. Apenas había funcionado.

La novia del faraón [Terminada]Όπου ζουν οι ιστορίες. Ανακάλυψε τώρα