La flor negra.

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  Ingresó al pasillo tambaleante, el olor a licor invadió todos sus sentidos; no pudo evitar toser, cubrió su boca para evitar dejar manchas de sangre en la alfombra. Mientras caminaba casi arrastrándose por las habitaciones que alguna vez había admirado desde la distancia, pensó en todo lo que lo motivaba a seguir de pie. 

  Cerró unos de los ventanales a su derecha, el impetuoso viento congelante que se filtraba por aquellas esquinas acentuaba aún más el ardor de sus heridas. Ya se encontraba cerca, lo supo antes de ubicarse, las risas en la habitación contigua eran tan intensas como siempre. Miró de reojo a la criatura que lo acompañaba con fidelidad, buscó recargar sus energías admirándolo; ese pequeño ser solía hacerlo sentir cerca de su amada madre, cada vez que despertaba a su lado intentaba exclamar el impronunciable nombre del Kwami. Jamás logró imitar la exactitud con la que su madre arrastraba la "P" y hundía su lengua cerca de la garganta para continuar ese desfile de sonidos. Algún día lo haría correctamente, quizás con ello se sentiría un paso más cerca de ella, pero por ahora se conformaba con musitar tartamudeante una similar combinación.   

—Piäng...

  El Kwami negó con la cabeza, Tiang recordó la cantidad de veces en las que esa criatura le había insistido con que abandone todas las posesiones de su padre y, sintiendo el cansancio surcar su ser, volvió a considerarlo. Sin embargo, aunque el dolor físico lo invadiese, sabía que si no era la única forma de salvar a su madre, entonces al menos era el camino más rápido.

  Enderezó su postura antes de entrar, tocó la puerta como si aquella mansión no tuviese ninguna relación con él, así había sido desde aquel oscuro día, no era más que otro 傣族 ( Dǎi Ió) para la honorable Triada de la que su padre había sido líder. La ictérica luz del cuarto lo cegó por unos segundos, cerró los ojos y al abrirlos enfrentó la codiciosa mirada de su tio, Fa Chui Tiang, sentado en el centro de la habitación. 

  Había tantas mujeres como hombres en el indecoroso festín de su familiar, el volumen de las conversaciones no se redujeron con la presencia de Ming, este decidió acercarse para explicarle a su tío el eficaz final de su misión. Fa Chui Tiang no le dio importancia y, a pesar de haber encomendado a su sobrino a una misión casi suicida de la que volvió con éxito, continuó brindando junto a sus colegas. 

  El niño decidió no irse, se había esforzado lo suficiente como para que su tío cumpliese la promesa que le había hecho y le permitiese liderar un pequeño 結夥 (Jiéhuǒ), aunque fuese una ramificación Tong.

— 你為什麼不去?! ("¡¿Por qué no te largas?!")

("Lo prometiste, estoy listo.")  

— ("¡Vete de una vez!")

— ("¡Per-!")  

  Fa Chui Tiang interrumpió a Ming de un golpe en su ya mal herido rostro, los invitados festejaron aquel aberrante hecho con gritoreos y, como si nada hubiese sucedido, su tío le pidió a una de las muchachas que subiese el volumen de la música. El niño arañó el suelo con ira, no era la primera vez que deseaba asesinar a ese sujeto y sabía que no sería la última, pero aquello no estaría bien. "La familia siempre es lo primero." Pensó, pues aquello era algo que su madre siempre decía y, aunque sea muy difícil, respetaría sus enseñanzas.   

  Con dificultad se volvió a erguir, una joven derramó vodka sobre él al tropezar sobre sus tacones. Se limpió el rostro con el antebrazo y salió de la habitación lentamente mientras soportaba la fogosa ira que carcomía sus pensamientos.  

— ("Solo un poco más, madre.") 

  

LouisaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora