Pecado.

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"Mientes"

Fue el primer pensamiento que cruzó el cerebro de Dahyun al leer la respuesta de Momo a su conversación repentina. Como una forma de autoprotección, quizá, intentaba convencerse a sí misma que Momo no había dicho esas palabras. De nuevo, el dolor en el pecho y la ansiedad aparecieron. No tendría suficiente, no podría abandonar esta sensación, porque no tenía a Momo a su lado para decirle que de verdad, era una mentira. Que estaba ahí, para ella. Para nadie más que la pequeña y tonta Kim Dahyun de diesciete años, cuyas decisiones son, definitivamente, un asco.

Le ardían los ojos, de evitar el pestañeo constante, porque su atención se centró completamente en el aparato ente sus manos y del llanto que había embargado cada momento desde que Hirai, como dijo, hizo lo que le pidió. Irse. ¿Qué pretendía con la búsqueda desesperada después de un mes de la despedida? ¿Que ella la recibiera con los brazos abiertos? Era tan ingenua..

Tan inconsciente, e inconsistente entre lo que pensaba y lo que sentía. Entre lo que quería hacer y lo que terminaba haciendo.

Releyó un par de veces más la dolorosa frase, para concluir con la certeza total de que sí, Momo había afirmado estar con otra persona. Que su mente no estaba jugando con ella y con las ilusiones de un retorno más que anhelado. Si por despecho, o por sinceridad, se lo había confesado, no había nada que pudiera hacerse.

A pesar de que ella quería escapar de casa e ir a la de Momo, sin pensar si es de media noche o de madrugada, y exigir que las palabras fueran dichas frente a su persona, y con la mirada directa sobre sus ojos, terminó por rendirse, a cuclillas entre la oscuridad y las sábanas que abrazaban su débil estructura. Ahí estaba de nuevo, esa lucha que no había superado. Esos esquemas que había roto en su cabeza con la llegada del amor, y luego, se habían reconstruido sobre las cenizas de su esporádico fin.

¿Estaría bien si no paraba de llorar, y las lágrimas no resolvían el problema? ¿Estaría bien algún día?

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Esa madrugada fue la más difícil que tuvo en mucho tiempo. No es como si estuviera exactamente bien, el estado no la representaba, pero se mantenía tolerable. Ahora ni la tolerancia parecía querer hacerle compañía.

Después de esa, se le sumaron muchas más. Dahyun no contestó el último mensaje de Momo. ¿Cómo habría de hacer algo de esa magnitud? Y por encima de ello ¿Qué iba a decirle? "Felicidades por tu nueva relación Momo, al fin has apartado a la idiota de Kim Dahyun de tu vida". Sonaba patético, porque a final de cuentas, ella se veía de la misma manera.

Los días tampoco eran mejores. Acostumbrada a una rutina dividida entre las responsabilidades del estudiante, la iglesia y los deberes morales del "buen ser humano" (sí, así entre comillas, porque rezar únicamente no te hace bueno en absoluto) su tiempo se consumía relativamente rápido, excepto por esas ocasiones donde la ralentización no era simplemente como un concepto fantasioso, y sus minutos lentos se gastaban en pensar sobre Momo.

¿Habrá comido Momo? ¿Qué canción nueva estará Momo aprendiendo? ¿Aún le gustará el bálsamo labial sabor a cereza? Y esos recuerdos que parecían congelarse en alguna parte para atormentarla.

Momo dejó de ir a la iglesia en algún punto de ese insufrible trance. Presentó su renuncia ante unos más que sorprendidos miembros de la iglesia, donde se incluían los padres de Dahyun y ella misma. Y mientras eso sucedía, su menor no podía siquiera verla a la cara. Pensó en la noche donde le había confesado el inicio de su nueva relación y la repentina ira que experimentó, queriendo que justo ahí, donde Momo se inclinaba para hacer una respetuosa venia de agradecimiento, el sentimiento se apoderase de su cuerpo y fuera hasta ella, para evitar eso que no tendría marcha atrás.

Un Trago (DahMo)Where stories live. Discover now