Creyente.

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La familia Hirai nunca fue suprema devota de la religión o sus derivados, y sus visitas esporádicas se habían reducido a básicamente nulas por las absorbentes ocupaciones de todos en casa. Hirai Momo en su vida pisaría una iglesia por voluntad propia, eso es claro. No lo haría, aunque le pagaran, pero ese domingo, ese domingo en especial marcaría el inicio de un hito, de un algo improbable.


El interés repentino de Momo, entonces, vio la luz días atrás al observar un video que se hizo viral gracias a las redes sociales del momento, donde una simpática y cómica muchacha animaba las reuniones de los creyentes con sus extravagantes bailes en una de las iglesias de la comunidad donde residía.


Pidió a Hana, su hermana, que le acompañara el domingo a constatar el espectáculo con sus propios ojos. Ella, por supuesto, estaba muy extrañada. ¿De la noche a la mañana Momo había decidido renovar su fe?


Notar como Momo ese domingo, desde la comodidad de su banca, no despegaba sus orbes de la pequeña figura vestida de rojo, montada encima de la plataforma, confirmo leves sospechas. Las que se levantaron cuando Momo por poco estropea el botón de repetición del dichoso video desde la primera vez que lo encontró. Hana sabe que esa mirada es nueva en la menor, pero reconocería el trasfondo donde fuera gracias a su experiencia.


-Ten cuidado.


-¿Eh?


-Te pondrá de cabeza.


Advertirle seguro estaba de más, porque la divertida chica dentro de esas cuatro sagradas paredes había enredado a su hermana más pronto de lo esperado.

-

Momo odia despertar temprano.


Ella está ahí cada domingo, sin embargo, cinco minutos antes de las 7 de la mañana, que es la hora exacta a la que todo dentro de la iglesia comúnmente da inicio. Con tranquilidad, toma asiento en una de las bancas laterales y espera. Espera, mientras sus dedos golpetean rítmicamente sobre su rodilla descubierta a través de sus pantalones rotos.


La ve mientras hace su exagerado baile y contiene la risa, cuestionando como es que siendo la religión tan estricta y restrictiva como ella sola, podían permitir ese tipo de cosas. Es lo de menos. Hasta Dios estaría contento si existieran más personas como esa pequeña, puede apostarlo.


Momo ha querido hablar con la chica que logra lo imposible por largas, larguísimas semanas. Dos meses y no puede tan sólo mirarla por más de cinco segundos sin sentir como si estuviera parada al frente de un acantilado, y alguien fuera a lanzarla por él a una muerte súbita. Puede que el destino tuviera tanta compasión por ella que un día su oportunidad tomó la forma de un boletín colgado en la sección de anuncios de la iglesia, donde básicamente se solicitaban personas (de preferencia, jóvenes) que quisieran animar las reuniones con bailes y música.


No tuvo que pensarlo tanto, hasta el momento en que se presentó con el personal encargado del asunto, siendo nada más y nada menos que la chica pálida, el cerebro de la operación.

Un Trago (DahMo)Where stories live. Discover now