Pagar.

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¿Se puede soltar el mundo para tomar la mano de una sola persona?


¿Cuándo dejamos de sentir miedo?



Creía que esto de "ser fuerte" y "enfrentar tus temores" era una especie de magia. Como chasquear los dedos y aparecer o desaparecer cualquier cosa que quisieras frente a ti y a los espectadores en una función.


Como cerrar los ojos y transportarse con el poder de la mente al lugar que has deseado.


¿Qué sienten las personas que dejan de tener miedo?


Yo había cerrado los ojos en muchas ocasiones, y chasqueado mis dedos hasta el cansancio, esperando que ésta magia, o el conjuro, hicieran su trabajo en mi interior.


Pero nada.


Entre pestañeo y pestañeo, nada más que oscuridad me había recibido, y el chasqueo finalmente se convirtió en un sonido molesto e irritante que entorpecia mis dispersos pensamientos.


Rebuscando entre todo ese revoltijo encontré, entonces, que era parte de un proceso. Un proceso y una decisión que requiere de perseverancia más que de algo sobre natural o el azar con el que se manejan muchas cosas de la vida.


Quería dejar de sentir miedo, tendida sobre la cama, en la cómoda habitación. Observando las estrellas y los planetas que decoraban parte del techo y brillaban (a veces demasiado) por las noches.


Quería dejar de temer en la soledad. Cuando estaba haciendo algo tan sencillo como sólo respirar, quería que toda esa valentía regada por el mundo me llenara. Como el aire llena los pulmones, y puedes seguir viviendo.


Quería dejar de temer sin hacer absolutamente nada para ello. No quería pagar el precio, pero quería llegar a la que tantos ansiaban. Quería, con desesperación.


Llevar una vida cómoda y tranquila no garantiza el erradicar por completo las preocupaciones. Poseer sobre lo material no es sinónimo de poseer sobre el alma.


Mi alma, mi vida, mis decisiones ¿Era yo la dueña? Nunca me había sentido como eso, realmente. Y por eso, no sentía que fuera mi responsabilidad el encontrar una manera adecuada de enfrentar la gravedad de mi desastre. Sin embargo, el peso de las consecuencias era inminente.


¿Puede alguien cambiarnos?


Ella llegó y me sentí por primera vez. Con la yema de los dedos repasé esas emociones en el cuadro de mi propia figura. Yo lo conocía, me había visto antes. Un millón de veces antes, sin tocarme, y observé cuando otros, un millón de veces más, hicieron y deshicieron cuanto quisieron sobre dicho cuadro.


Me devolvió mi yo original, a lo que había renunciado en la búsqueda de complacencia ajena. Era yo, yo misma, la dueña de todo.


No sólo me estaba observando, en la lejanía. Era partícipe de cada cosa que ocurría. Se sentía bien..


Aún si no había dejado de tener miedo, había encontrado una razón, una verdadera, para tomar las riendas y no eludir esta decisión. Yo quería enfrentar el proceso.


Yo la amaba, por quitar la venda de mis ojos. Porque cada día se había encargado de renovar el color de la imagen gris que encontró en el comienzo. Aún si aparentaba sonreir continuamente o confiar continuamente,  por dentro, no había más que fragilidad. Pedazos que no encajaban.


No había sentido esta clase de amor con anterioridad. No sabía de su fuerza y las misteriosas formas que el sentimiento encontraba para transformarnos.


Un Trago (DahMo)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora