Capítulo 14

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Varias noches habían pasado sin que Alena pudiera descansar bien

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Varias noches habían pasado sin que Alena pudiera descansar bien. Cada vez que ésta se cernía como un manto, y la adolescente se arropaba bajo las mantas, los pensamientos llenaban y atormentaban su mente, girando en remolino frenético, invadían sus sueños y se tornaban en pesadillas, y despertaba cada noche envuelta en ataques de palpitaciones. André había conocido sus famosos ataques de asma. Mas lo que Alena tenía eran crisis nerviosas nocturnas. Pesadillas que alzaban su voz dormida. Y en cada uno de sus sueños veía siempre la razón de sus martirios. Alexander y Alena, Alex era ella, tal como lucía ahora, y Alena era su reflejo atrapado en un espejo, ambas disputándose a Elián, quien no dejaba de lucir como alguien apático e indescifrable, incluso en su subconsciente.

—¡Alena, Alena, despierta! —André se levantaba por quinta noche consecutiva, porque ella lloraba dormida y peleaba con alguien. Le sacudió un hombro delicadamente.

En la oscuridad de la habitación, que se tragaba su identidad oculta, Alena le costaba mucho volver a recordar qué era lo que hacía allí, porque siempre tenía la detestable sensación de que estaba en el cuarto de su propia casa. Era como si de pronto, quisiera huir de Storm, pero solamente lograba hacerlo su mente. El problema era consigo misma. Y lo que le estaba sucediendo con ese joven de piel amarillenta y mirada profunda. La estaba enloqueciendo.

—Estoy cansada... —le murmuró a André.

—¿Qué tienes, con qué sueñas que gritas siempre tan... dolorosamente?

—Con... —pensó qué contestarle —con mi casa, mi familia... y lo tonta que fui al venir aquí.

—No digas eso —la calmó él, sentándose en el borde de su cama —Es lo mejor que puedes hacer por tu futuro. Solo tienes que ponerle empeño. Además este fin de semana, te podrás ir a tu casa. ¿No te pone contenta?

Alena le sonrió con amabilidad, a pesar de su agotamiento mental. André no sabía las razones por las que ella estaba en Storm, realmente. Aunque ya le había quedado claro su interés por Elián, confundiendo, o quizá tenía él toda la razón del mundo, su cercanía con amor. Pero cada vez era más difícil dejarlo de lado.

Alena se agarró la cabeza con las manos, desesperada porque quería sacarse la sensación de sus besos que se colaban como fantasmas dentro de su cabeza irrumpiendo sus sueños, y tan solo habían tenido dos ocasiones de besarse, en el río, y en su habitación.

—Deja de sufrir... ya pasó —le palmeó cariñosamente el hombro André —Te traeré agua de la cocina, ¿sí? ¿Me esperas?

Alena asintió. Y se quedó sola en aquel cuarto grande, a oscuras completamente. Salvo por el reflejo de la claridad que provenía de afuera, por los cristales. El tic tac del reloj era atronador en sus oídos. Nunca se había sentido tan desesperada allí dentro. Y todo por Elián Weingartt Tilh, que había confundido sus planes. Se le había dado vuelta su propia venganza, y ahora no sabía qué hacer con ella.

© La Cima de las Tormentas [COMPLETA✔ ]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora