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Tragándome la rabia que me comprimía el pecho, preferí ir hasta Johanne y entregarle en sus propias manos un cheque extendido a nombre de la fundación por cien mil dólares y anunciarle que me retiraba.

― ¿Ya te vas? ¿Segura?

Estaba agotada, rendida, pero más que nada abatida por comportarme como una idiota, pensando que Benjamin no hubiese podido dormir tranquilo por una semana completa al igual que yo, solo pensando en mí. Claramente eso no había ocurrido y ahora me estaba sintiendo una completa estúpida, así que lo mejor era alejarme de la tentación de poder humillarlos sacándolos del hotel con los guardias.

―Si, Johanne. Es mi primer evento tan masivo desde la muerte de mi padre, así que he perdido un poco la costumbre. Estoy agotada y preferiría irme a descansar ―mentí.

―Claro, lo entiendo. Gracias por el cheque.

―No, no es nada. Sabes utilizarlo de muy buena manera, así que es lo mínimo que puedo hacer.

―Sí, pero también financias esto.

―Lo sé. Tómalo como un regalo personal de la pequeña familia Clayborne ―expliqué dando un lastimero suspiro.

― ¿Estás bien?

―Sí, bien. Buenas noches, Johanne.

―Buenas noches y gracias por venir otra vez.

―No hay de qué.

No quise buscar a Alexa. 

Dejaría a Lenny esperándola y yo tomaría un taxi. Mi estado de ánimo no me permitía un segundo más en el salón de eventos, así que salí a paso derrotado para toparme con el mismo chico del hotel que me había ayudado a bajar del podio luego de mi discurso.

―Oye, no quiero encontrarme con los periodistas. ¿Hay alguna salida por la parte trasera?

―Si, señorita. Se la muestro.

―Si, por favor.

Caminé tras de él por unos cuantos pasillos hasta llegar a la cocina, entramos en ella para pasar entre los cocineros y camareros y finalmente llegar a una gran puerta metálica que el chico abrió y me llevó hasta lo que parecía un estacionamiento para el personal a medio iluminar con unos pequeños arbustos alrededor.

Al fin logré respirar profundamente y llenar mis pulmones de aire, lo que me hizo sentir algo más aliviada, así que se lo agradecí dándole una generosa propina para que luego volviera a entrar por la puerta que salimos y me dejara a solas.

Aun cuando encontrarme en el exterior había logrado descomprimir la presión que se había acumulado en mi pecho, estaba enojada, rabiosa, iracunda y muy, muy, muy celosa, por lo que comencé a maldecir y lanzar malas palabras al infinito, mientras daba vueltas como un león enjaulado por el estacionamiento.

Pero nada parecía domar a la fiera que Benjamin James había liberado, así que entre maldición y maldición tomé mi clutch e hice el amago de lanzarlo a los arbustos, porque estaba enojada, profundamente enojada. Ok, de acuerdo, lo estaba, pero no lo suficiente como para ser tan estúpida y lanzar mi bolso al aire y permitir que mi celular -que estaba en su interior- se hiciera mil pedazos. Finalmente, no lo hice. Pero ni siquiera eso lograba subyugar a la bestia que me había poseído, nada iba a lograrlo, nada... excepto el propio Benjamin Kennard James.

―Se ha comportado de manera muy descortés esta noche, señorita Clayborne.

Insinuó mientras se acercaba a mí con una calma exasperante, con la chaqueta desabrochada, la pajarilla desarmada en su cuello, los dos primeros botones de la camisa abiertos y ambas manos en los bolsillos del pantalón. ¡Estaba condenadamente sexy! Tanto, que la imagen me dejó petrificada por un instante, pero solo hasta que recordé el motivo de mi descarrilamiento emocional.

Born to you [TERMINADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora