Capitulo 2: Numero 68.

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Samara negó con la cabeza al comenzar a quitarse la chaqueta, tomando el mono rojo que Helsinski le entregó, sus ojos permaneciendo puestos en Berlín sólo un fugaz segundo mientras dejaba caer la chaqueta, y bajaba el cierre de la sudadera, quitandosela encima y solo quedando con los jeans y la camisa, entonces, desabrochando su camisa, ignorando lo mejor posible a todos a su alrededor, sin hacerle ninguna gracia el tener que desvestirse frente a tantas personas.

Berlín apretó las manos a sus costados al mirarla un instante, siendo el quien estaba deseando hacer eso, quitarle cada una de las prendas que llevaba encima, y aunque eso quisiera, lamentablemente lo único que podía hacer, era disfrutar del espectáculo en un discreto silencio, por que ella era una rehén, y por ello, y las reglas, estaba fuera de límites.

Sin embargo, no fue el único en mirarla, y para desgracia de aquel chico de la escuela que estaba frente a la pelinegra, Berlín pudo verlo.

Molesto, y mientras Samara comenzaba a quitarse los pantalones negros, tomo al estudiante y lo tiró de la chaqueta para despabilarlo, y sacar su mirada de la muchacha, los ojos asustados de el alzándose a los suyos, sintiendo incluso más miedo ante la fría sonrisa que Berlín le dedicó.

-Ojos quietos, vamos a tener un poco de respeto por la señorita.-Dijo en un molesto gruñido, y asintiendo rápidamente con la cabeza, el aparto la mirada, siendo soltado entonces por Berlín, quedándose a su lado, asegurándose que no volviera a posar sus ojos en ella, la expresión asustada en el rostro del chico causándole mucha gracia a Denver, haciéndolo reir mientras continuaba repartiendo la ropa.

Y cuando todos estuvieron vestidos iguales, comenzó la primera noche dentro de la fábrica.

Cerca de la pelinegra, una rubia comenzó a discutir con Arturo Roman en pequeños murmuros, y para callarlos Nairobi se acercó, en silencio, la pelinegra escuchó la conversación, sobre un embarazo y un hombre cobarde que no quería hacerse cargo, quedándose con las palabras de su compañera a la mujer.

"No es fácil decirle adiós a un bebé".

Nairobi le dedicó una fugaz mirada, y ella bajo los ojos al suelo, una pequeña y amarga sensación apareciendo en su pecho, lamentando escuchar que la mujer dijiera que iba a abortar a ese pequeño niño dentro de ella. De pronto, el teléfono comenzando a sonar, Berlín apresurandose a contestar, luego de unas palabras, volviéndose hacia los rehenes.

-¡Señores, es la hora!, ¡Ha llegado el momento de seguir mis ordenes!.-Se movió, y junto a los demás, se pusieron las caretas de Dali, los rehenes imitandolos antes de seguir sus pasos.-Con nosotros.-Ordenó.

Bajo las ordenes del profesor  y siguiendo sus pasos, fueron a la parte trasera de la fábrica, con las armas falsas en manos de los rehenes, solo una de ellas manteniendo un arma real, una que no sería utilizada, siempre y cuando la policía no disparara primero sus armas, sin embargo, y como el profesor habia predicho, solo entro el periscopio, y al ver lo que habia dentro, y escuchar a Alison Parker dando el aviso a la policia de que, al no saber quienes eran los rehenes, y quienes los atracadores, no tuvieron más opción que retirarse.

Entonces, y cuando ganaron la primera batalla dentro de la fábrica, las máquinas comenzaron a moverse y trabajar, fabricando dinero bajo la vigilancia de una alegre y entusiasmada Nairobi, quién para decirlo de manera simple, se sentía como niña en dulceria. Cuando los rehenes comenzaron a caer dormidos en sus sacos de dormir, Samara se escabulló entre ellos, yendo rápidamente por las escaleras y a la oficina donde se encontraban Río, y Berlín.

-¿Como estan los rehenes?.-Preguntó sin interés alguno el mayor de los tres, y la muchacha puso los ojos en blanco mientras Nairobi entraba en el lugar, una amplia sonrisa en su boca, en su momento de felicidad abrazando efusivamente a la pelinegra, haciéndola reír.

Play with fire. [La Casa de Papel].Where stories live. Discover now