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-Tienes visita.

Me levanté tan rápido de la cama que no pude evitar nublar mi cabeza con una desorientación profunda. La puerta ya pudo despertarme con aquel característico chirrido, pero esa frase me despejó del todo.
¿Podría ser mi madre al fin al corriente de mi existencia? No sabía el porqué, pero era más probable la visita del mismísimo Dekan que la de mi madre.
También podría ser una amiga o amigo, antíguos compañeros de escuela o algún vecino. Pero supuse que después de ser incriminada de homicidio, lo menos seguro era relacionarse conmigo. Y menos en una situación tan fragil como aquella.
Lo entiendo. Lo juro que sí. Yo tampoco me hablaría si estuviese en su lugar, aunque ya tengo bastantes problemas estando en el mío. Mi única opción era... Morgan. Lo que provocaba escalofríos con solo pensar en tener que mirarlo a la cara.
Los guardas me llevaban por el pasillo con mala gana como si estuviesen obligados a tirar la basura, por lo que supuse que no se trataba de Paige, o ni siquiera de Diego, ya no parecía tan arisco la primera vez que lo vi.  Yo como de costumbre no paraba de memorizarme cada baldosa como si fuera a serme útil en algún momento. Era de mis últimos recursos de supervivencia.

La sala de visitas no era la que me esperaba tampoco , aquellas en las que te separa un cristal y por la que tienes que hablar mediante un teléfono.  Teniendo en cuenta de que el reloj me afirmaba ser las cuatro de la mañana, me preocupó el hecho de que se trataba de una visita fuera de horas. ¿Que podría ser tan urgente para convocarme así? Tampoco me quejaba, ya que era lo más interesante que me había pasado en días desde el encierro.

Me senté en una silla de madera que resultó ser más cómoda que cualquiera de las camas del edificio. Todavía estaba esposada por lo que no había posibilidad de apoyar mis manos en la mesa. Al otro lado de esta se encontraba un asiento vacío. A mi alrededor no había nada mas que ventanales. Tal vez se trataba de un interrogatorio. Mi primer interrogatorio. Si jugaba bien mis cartas ¿Podría demostrar que soy inocente y salir de allí impune?
Un guardia vigilaba en una esquina de la sala como si las cuatro cámaras del techo no fuesen suficientes.

Varios minutos de un horrendo silencio después, entró una mujer. El sonido de sus tacones eran su símbolo personal de llegada desde hacía rato.

Aquella mujer portaba elegantemente una falda que se amoldaba a sus curvas y una camisa blanca que se perdía dentro de la falda. Todo esto adornado con un sinfin de joyas.
Su mano se encontraba frente a mí, esperando respuesta y agité antes mi mente que mi brazo. Tez de canela, pelo sorprendentemente blanco y ojos oscuros. No eran rasgos a los que estaba acostumbrada a ver todos los días. De hecho no la había visto en mi vida.

-Siento presentarme de esta forma pero era urgente Elizabeth. - me habló con un agudo tono de voz grotesco que no podría pasar desapercibido.

-¿Quien es usted y por qué quería verme? - comencé yo con el interrogatorio ganándome la sospechosa mirada del hombre que nos observaba desde la esquina.

-Oh querida, se que tuvimos problemas en el pasado, pero no hacía falta ser tan fría conmigo. - me tomó de la mano con una mirada cómplice que me invitaba a seguirle la corriente. - Cielo, ¿Podrías darnos unos minutos a solas? - repasó de arriba a abajo al señor que se suponía que debía vigilarnos.

Este la miró con entrañable respeto y tras dudarlo unos segundos decidió caer en sus pequeñas y delicadas garras. Entonces nos quedamos en la absoluta soledad a la que comenzaba a acostumbrarme. Me miró con unas facciones tan frías que podrían conseguir mantener la antartida a flote. Se sentó ágilmente y entrelazó sus dedos debajo de la barbilla pensando en la mejor manera de empezar la conversación.

-Me presentaría pero prefiero que sepas lo menos posible sobre mí. Vengo a favor del pequeño Jhonson. Dekan Johnson. Pensaba en rodear el tema para hacerte mas apetecible aceptar mi propuesta pero he decidido no andarme con rodeos. - soltó con gran agudeza y con todo lo neutro que podría ser una persona.

El arte de portarse malDonde viven las historias. Descúbrelo ahora