Extra 2. Rojo y Naranja

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Espero que estéis donde estéis Jesse y tú os llevéis bien. Espero que os contéis cosas sobre mí, sobre nuestras historias porque yo no voy a ser capaz de hacerlo en mucho tiempo.

***

—¡Mama!—exclama el joven pelinaranja—Me voy.

—¿Vienes a comer?—una mujer regordeta se asoma al pasillo con un trapo en la mano.

—No lo sé—contesta—, el maestro me ha dicho que por fin voy a poder trabajar en la administración central y que tienen mucho trabajo acumulado.

—Claro que lo tienen—comenta molesta Nadia—. Si nuestro señor se dedicase al papeleo y menos a meter a jovencitos incautos en su cama, otro gallo cantaría.

—No creo que sea tan guapo—la mujer arquea una ceja y le advierte de que no quiere verle involucrado con Satanás.

—Tú ocúpate de los papeles y no de colarte en las sábanas de ese.

—Creo que eres a la única persona a la que se le permite ese lenguaje—el joven sonríe y abraza a su progenitora.

—Claro—dice orgullosa—. Soy de las personas más viejas de este sitio.

—¿Cuántos años tienes?—pregunta inocentemente el chaval, ella le fulmina con la mirada y lo echa de casa para que vaya al trabajo. No era plan de que empezara el primer día llegando tarde.

El pelinaranja recorre las calles de la ciudad en la que se ha criado saludando a los transeúntes y a los tenderos que le devuelven el gesto. Veinte minutos después se planta en frente de un edificio de estilo renacentista con una doble puerta de madera y dos guardias apostados a cada lado; cerca de uno de ellos se encuentra su maestro, ataviado con ropajes romanos y un pergamino en la mano. Tras saludarse, su profesor le mete prisa para que entre al edificio pues no quiere llegar tarde a la asignación de oficios.

El lugar cuenta con una infinidad de puertas y pasillos casi nunca vacíos ya que un montón de personas trabajan en ese lugar; todos ellos ataviados según la época de la que proceden. El joven se asombra de todo lo que sus ojos ven, de vez en cuando se queda parado en mitad del pasillo observando y su maestro debe arrastrarle para que siga andando.

Pasan por una planta en la que todas las personas están reunidas en corrillos comentando algo relacionado con el rey del Infierno. El maestro se acerca a preguntar y no tarda en obtener la respuesta.

—¿Qué pasa?—pregunta el joven curioso a la vuelta de su compañero.

—Satanás despidió anoche a otro secretario personal—el maestro suspira y sigue subiendo por la escalera. El evento está a punto de empezar y van a llegar tarde si siguen entreteniéndose—, lo hace siempre que se cansa de ellos y decide echarlos de su cama.

—¿Quién cogerá el puesto?—inquiere el joven siguiendo a su maestro.

El hombre se encoge de hombros y le pide que no se entretenga. La planta anterior a llegar a su destino sorprende de gran manera al pelinaranja porque unas puertas con vidrieras cierran el paso. El zagal, movido por la curiosidad, las abre para entrar a un maravilloso pasillo decorado con grandes cuadros del mundo humano; el joven los reconoce todos e incluso se atreve a decir en voz alta el año y el autor del mismo. Sigue avanzando hasta que nota una mano agarrando la suya. Es la de su maestro que niega con la cabeza e intenta sacar al chico de allí mas él se resiste, no desea abandonar la belleza de ese pasillo.

—Maestro—le llama parándose en seco—Tal vez yo podría ocupar el puesto de secretario personal—comenta el chico con aire esperanzado.

—Nadie lo quiere—afirma agarrando el brazo de su acompañante, los dos acaban teniendo una discusión que se salda con una pregunta—¿Quieres ocupar ese puesto?

Sin saber lo que somos (Homoerótica)Where stories live. Discover now