03.

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Ese día Perrie llevaba una coronilla dorada sobre su cabello rubio y ondulado. Como ramas de laurel y una pequeña piedra color crema en el centro. Sus ojos bien enmarcados en sus largas pestañas negras. Sus labios, pintados de un rosado natural haciendo juego con el maquillaje en sus párpados.

Enfundada en un vestido de tirantes blanco rozando el inicio de sus rodillas.

Un suspiro enamorado salio de sus labios antes de que una mano se sacudiera frente a ella.

—¿Qué?

Volvió a la realidad, con un dolor en la mano por tener tanto tiempo el mentón apoyado en ella mientras observaba a Perrie. Leigh, frente a ella, le dedicaba un gesto molesto.

—Deberías saludarla—masticó una papa—. Invitarla a salir de una vez.

—Sí...

Soltó otro suspiro, pero en aquel caso, más cansado. La última vez paso una tremenda vergüenza y no podía imaginarse cometiendo algo parecido frente a ella.

—Ve—animo—. Por qué ya me estoy empezando a cansar de que nunca me escuches.

Rodó los ojos por la patética ayuda que su amiga le brindaba, no dijo nada y volvió a sumergirse en su mundo, donde la protagonista era aquella rubia.

La observo de nuevo, fijándose ahora en su nariz y el pequeño aro que la adornaba. A tres mesas de distancia, Perrie sonrió.

Sonrió y ella sintió que el mundo le daba mil vueltas.

—Voy a ir.

Con una seguridad fingida, tomó su bandeja y se levantó de la mesa caminando a pasos torpes hacía Perrie. En la mesa estaban unas chicas que había visto algunas veces a su alrededor, sin embargo, no las conocía y tampoco sabía su nombre.

—¿Me puedo sentar?—murmuró, agradeció no haberse equivocado o tartamudeado.

—Claro—fue una de las chicas que respondió e hizo un espacio para que tomara asiento.

Las charlas cesaron cuando se unió a su almuerzo. Únicamente se oía los chismes de otras dos en voz baja.

Perrie nunca hablo, ni siquiera alzo la mirada para verla, continuó comiendo sin prestarle atención alguna.

Tenía una chica linda frente a ella y ni siquiera levanto la vista para verla. No se fijo en sus ojos marrones que la miraban con determinación y en mucho menos notaba como jugaba con su cabello, tratando de parecer aburrida...

Perrie no la miró.

—¿Y...—se aclaró la garganta, buscando algo para decir—. No les parece que Tara habló más de la cuenta hoy?—bromeo, refiriéndose a la charla que dio la profesora de matemática—. No entendí absolutamente nada.

Como un imán, un par de iris azules se fijaron por fin, en Jade.

—A mi me pareció de lo más interesante—sonrió.

—Claro, para ti que eres un cerebro matemático—río su amiga—. Si tienes problemas para entender, Perrie da tutorías.

La recién nombrada pareció avergonzada, iluminando sus mejillas de un color carmesí.

Una idea paso por su mente como una estrella fugaz y antes de perder las agallas, dijo:

—Me encantaría tomar tutorías—habló dirigiéndose a la rubia—. Sólo si tú puedes...

Antes de que pudiera responder, un chico llegó a la mesa y se sentó junto a Perrie, rodeando sus hombros con un brazo y dejando un beso en sus sonrojadas mejillas.

—Hola chicas—todas suspiraron en respuesta, su mirada cayó sobre Jade—. ¿Qué tal?

A diferencia de Jade, él chico recibió toda la atención merecida.

La incomodidad no tardó en llegar y con la misma confianza que se acercó, tomó la bandeja en el momento exacto que sonó la campana. Agradeció mentalmente por eso y se retiro sin decir nada, no queriendo oír por más tiempo como halagaban a ese encantador chico.

—¿Cómo te fue?—la morena se instaló a su lado inmediatamente.

—Horrible—gruñó—. Creo que he pasado una vergüenza peor que la última.

Sin decir nada más, entró al salón de clases y se sentó de antepenúltima, porque si algo odiaba de los viernes era tener cuatro horas de matemática y ahora sentía mucho más odio hacía la profesora que antes.

Garabateo en su última hoja para simular que escribía, con el pelo a un costado tapando el blanco cable del audífono que la ayudaba a ignorar aquellos números que no entraban a su cabeza por más que quisiera.

Un papel cayó sobre su pupitre y miró a los lados buscando el idiota que lo había lanzado, los chicos de su clase eran tan infantiles para tirar papelitos con el único fin de molestar, sin embargo, en uno de los primeros asientos estaba Perrie, sonriendo.

Abrió el papel.

«"¿Siempre vas a querer tomar tutorías? Por qué creo que a ese paso nunca vas a mejorar"».

hetero |Jerrie.Where stories live. Discover now