Cada Navidad

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Aquel vestido blanco poco a poco se llenaba de sangre, Meg miraba con angustia a Edward, quien lentamente resbalaba al piso.

- ¡Edward! ¿Qué has hecho?

Joanne reía como loca, mientras Meg sostenía a Edward en sus piernas.

- ¡Qué gran sorpresa! Tu noviecito se sacrificó por ti.

- ¿Por qué lo hiciste Joanne? ¡Edward, por favor no me dejes!

- ¡Cállate puta!

La pelirroja colocaba la escopeta en la cabeza de Meg, pero antes de volver a disparar, Edward levantó ambas manos y cortó los brazos de esta.

- ¡Mis brazos!

La sangre caía a chorros, la pelirroja se veía sin sus extremidades; el dolor la invadía.

- ¡Mata a ese maldito monstruo!

Scott miraba aterrado como su compañera se desangraba, se puso frente a Meg y Edward apunto la metralleta a los jóvenes; justo antes de disparar observó por aquella herida en el pecho del joven manos de tijeras como su corazón latía, miró todo el gimnasio y vio todos los cuerpos de los que alguna vez fueron sus amigos.

- ¿Qué esperas para matar a ese monstruo?

- ¡Él no es el monstruo!

Rápidamente apuntó a la cabeza de la pelirroja y con odio le dijo:

- ¡Los verdaderos monstruos somos nosotros!

Disparó en varias ocasiones a la cabeza de Joanne, justo en ese momento los policías entraron, sólo para ver al ex jugador disparar y posteriormente suicidarse.

Los sobrevivientes de aquella masacre eran evacuados, el incendio fue controlado; Meg abrazaba fuerte a Edward, mientras las lágrimas invadían el rostro del joven, nunca antes había podido llorar.

- ¡Edward! ¡Estás llorando!

- Es porque nunca podré ser un humano, ya no podremos estar juntos.

- ¡No digas eso! Eres el más humano que conozco, sólo los verdaderos humanos tienen la capacidad de llorar, de luchar por sus sueños, tú eres el mejor humano de todos.

- ¡Gracias por todo Meg!

- ¡No tienes nada que agradecer! ¡Estarás bien!

- ¡Lo siento!

- ¡No me digas eso! ¡Prometiste no dejarme!

Meg se inclinó para darle un beso.

- ¡Te amo Edward!

- Perdóname.

- ¡Edward, por favor!

- ¡Te amo!

El joven manos de tijeras moría en los brazos de Meg, sonriendo, feliz de haber vivido aquella experiencia que tanto soñó a solas en su castillo.

- ¡Edward! ¡Edward! ¡Por favor despierta! ¡No me dejes sola!

Esa noche fue la última en que Burbank vio con vida a Edward, la noche en que Meg perdió al amor de su vida.

 

EN LA ACTUALIDAD

 

Meg regresó en sí, aquellos recuerdos la pusieron triste, pero sabía que aquella experiencia la había ayudado a ser una mejor persona. Tomó su banco y esta vez lo puso en medio de la tumba de su abuela y la que le pertenece a Edward.

- ¿Saben? Los extraño mucho, ustedes fueron mis motores, por eso este libro es muy importante, tiene gran parte de nuestra historia.

Ella miró la portada de aquella obra de arte, les platicó que la mayoría de los pobladores de Burbank habían abandonado el pueblo tras aquella masacre, su familia hizo lo mismo, pero ella al publicar sus libros y convertirse en una escritora reconocida, pudo comprar el castillo de Edward, lo mando a remodelar y actualmente es donde vive con su familia, sus hijos Kim de 5 años, Edward de 4 y su esposo.

Después de algunos minutos, el aire comenzó a jugar con su pelo como lo hacía su abuelita, Meg sonreía, se levantó del banco y enterró aquel libro en medio de las tumbas.

- ¡Feliz Navidad!

Cuando inicio su camino para retirarse, comenzó a nevar, ella se puso contenta, tenía 10 años que no nevaba en Burbank, soltó el banco y comenzó a bailar, imaginando que a su lado estaban Kim con aquel vestido blanco y su amado Edward.

FIN.

ScissorhandsWo Geschichten leben. Entdecke jetzt