xxvii. el anillo

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Charlie.

Mis labios se curban en una enorme sonrisa cuando los músicos se colocan con sus instrumentos en el medio de la gran pista que algunos de los tantos guerreros asgardianos se habían encargado de colocar más temprano en el día. La música comienza a oírse al rededor de todo Palacio y los invitados no tardan en animarse a moverse al ritmo de ella, incluido Tony, quien, al parecer, la abstinencia de sus típicas fiestas en la Tierra ya lo están afectando un poco. Una carcajada se me escapa al ver como, sin éxito alguno, intenta que Pepper le haga compañía. De no ser por mis dos pies izquierdos, es probable que yo estuviera en su lugar.

Oficialmente, son nuestras últimas horas en Asgard, pues partiremos a nuestro hogar temprano al amanecer. El pueblo ha tenido el afectuoso y cortés gesto de organizarnos una celebración a modo de despedida, con un banquete tan grande como para alimentar a una nación entera, licores típicos de la región y música tradicional en su máximo volumen. En teoría, sé que el noventa por ciento de la población se encuentra aquí, a pesar del esfuerzo de Thor en tratar de convencerme de que solo se trata de una "pequeña" conmemoración.

De igual forma, la estoy pasando muy bien. Tony y varios de los guerreros ya se notan un poco pasados de copas. Especialmente Tony, razón por la que Pepper se está poniendo de mal humor. A mí, por el contrario, me está divirtiendo bastante verlo mover las caderas de manera ridícula sin ningún tipo de vergüenza. Aunque prefería mantener mi distancia de él... me he dado cuenta de que, en estado de ebriedad, Stark saca su lado meloso a la luz.

—Es obvio que ese licor tuyo lo afectó más que a los demás —pronuncio viendo como Thor se acerca a donde yo estoy.

—Bueno, allí en la tierra podrá ser el gran Iron Man, pero aquí sólo es simple mortal, y el licor asgardiano... no está hecho para simples mortales —ríe mientras me extiende una de sus grandes manos— ¿Estás ocupada? Hay algo que quiero mostrarte antes de que partan a casa.

Acepto su mano sin decir una palabra y dejo que me guíe lejos del enorme salón de celebraciones. Caminamos por los pasillos de Palacio en silencio, atravesando alguna que otra puerta, doblando varias esquinas e incluso bajando ciertas escaleras hacia los pisos subterráneos. No tengo idea de a dónde me lleva, pero de lo que si estoy segura es que, sea cual sea el lugar, se encuentra lo bastante escondido como para que sólo determinadas personas puedan llegar a el.

Finalmente, nos detenemos frente a una prominente puerta doble de manera. Thor saca una pequeña llave de adentro de su bota y, mientras me dedica una ladeada sonrisa, la introduce en la cerradura.

—Te presento... —dice, mientras empujaba la abertura con fuerza— a la Sala de Trofeos de Odín.

Mis labios se entreabren de manera inconsciente. Thor me hace un ademán con su cabeza para que me adentre con él y, aún sin poder creer donde me encuentro, camino pisándole los talones. Escudriño casi sin pestañear cada rincón de aquella inmensa bóveda, admirando incluso hasta las paredes hechas de mármol. El lugar está repleto de tesoros y reliquias acomodados de la manera más elegante y meticulosa posible.

OUTSIDE THE DARK • STEVE ROGERSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora