➤ SEGUNDA PARTE

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El ruido seco de los tacones de una mujer arrastrándose por el piso de cerámica es lo único que se oye en aquella residencia tan alejada de la zona concurrida de New York; la muchacha avanza con el paso acelerado entre los delgados pasillos del lugar, abrazando contra su pecho un fajo de papeles que parece ser de suma importancia y con una expresión de nerviosismo en el rostro muy difícil de ocultar.

Apretando su labio inferior con fuerza, se detiene frente a la única puerta cerrada con llave de la casa y, luego de soltar un profundo suspiro, levanta su puño y da tres ligeros toques sobre ella. Aguarda un par de segundos hasta el que ruido de una llave dando vueltas dentro de la cerradura la obliga a enderezar su postura. La puerta se abre y, antes de que pueda ser capaz de formular una palabra, una mano se aferra a su brazo y la atrae sin ninguna pizca de delicadeza dentro del cuarto.

—Te está esperando —le dice aquella persona acomodandose las gafas sobre su nariz y con una divertida sonrisa, antes de irse de allí dejando a su paso un ruidoso portazo.

La muchacha retiene cualquier impulso de dar marcha atrás que se le pasa por la cabeza, y, con el paso decidido, se encamina hacia el gran escritorio que se encuentra en el fondo de la habitación. Sus pupilas se clavan casi instantáneamente sobre la ancha espalda del sujeto que se encuentra parado frente a una de las ventanas, mirando quien sabe que cosa fuera de la casa y al parecer absorto a lo que sucede a su alrededor.

Trata de recordarse a sí misma que su presencia allí es pasajera, que no está haciendo nada malo y que en el momento en que le den lo que le prometieron podrá irse sin que nadie sepa de lo sucedido. Es por una buena causa, se repite una y otra vez. Sabe que quizás si hubiera tenido otra alternativa, estar ahí parada no hubiese sido siquiera una opción. Relacionarse con ese tipo de personas no es lo que ella acostumbra, pero ya no tiene elección. Y en serio necesita el dinero.

Tragando duro, coloca el fajo de hojas sobre el escritorios y une sus temblorosas manos sobre su espalda baja.

—¿Señor? —pronuncia ella en un murmullo cuidadoso.

El hombre se toma su tiempo para voltearse a verla, pero cuando lo hace, le dedica una de sus características sonrisas de oreja a oreja, aquellas que ponen los pelos de punta de la castaña sin necesidad de mover un músculo más. Observa su pálida piel y el contraste que hace con su cabello pelirrojo, también detiene sus pupilas un momento en sus ojos azules casi transparentes, consciente de que no debe dejarse engañar por la sensación de empatía que estos trasmiten. Pero vaya que es difícil.

Él es atractivo, quizás hasta esa palabra quede chica para describir su aspecto. Pero ella no es estúpida, ya ha caído antes por un rostro bonito, y está segura de que no lo volverá a hacer. Luke Stane podrá ser un maestro con el engaño, pero ella ya conoce su verdadera forma de ser. No con él consciente de ello, claro, pero lo ha visto en uno de sus peores momento. Es un loco de remate. Y no está dispuesta a estar en primera fila en uno de sus nuevos ataques caprichosos.

OUTSIDE THE DARK • STEVE ROGERSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora