➤ 𝐈𝐍𝐓𝐑𝐎𝐃𝐔𝐂𝐂𝐈𝐎𝐍

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La atmósfera se encontraba en completo sosiego dentro de aquella gran habitación en la que la bella y joven mujer descansaba con placidez sobre la cómoda camilla de hospital

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La atmósfera se encontraba en completo sosiego dentro de aquella gran habitación en la que la bella y joven mujer descansaba con placidez sobre la cómoda camilla de hospital. Su pecho subía y bajaba al compás de una pacífica respiración mientras que, a su lado, medio recostado sobre la pequeña silla y con su barbilla reposada sobre su puño, se hallaba su pareja, quien hacia no más de diez minutos que el cansancio había logrado vencerlo, y sin poder evitarlo, los brazos de Morfeo lo habían abrazado por completo. Él le había prometido que se mantendría despierto por si alguna urgencia surgía, pero claramente no había logrado cumplir con su palabra.

De repente, un estruendoso y potente ruido inundó el cuarto haciendo que ambos saltaran en sus lugares a causa de la impresión. La mujer de cabellos rojizos miró hacia su izquierda casi por auto reflejo y una pequeña sonrisa alumbró su angelical rostro, mientras que éste se movía de un lado a otro de manera divertida al encontrarse con el hombre, quien a pesar del casi insoportable ruido, se acomodó mejor para continuar con su siesta más cómodamente. Luego, giró su cabeza hacia le derecha y una sonrisa aún mas grande se apoderó de ella.

Aún con su cuerpo algo adolorido, logró sentarse sobre la camilla en la que se encontraba y se asomó hacia la cunera de cristal de la cual provenía aquel ruido. Soltó un suspiro como de enamorada y con sus manos tomó en brazos a la pequeña criatura recién nacida que no cesaba el llanto, la acercó con dulzura a su pecho y se meció con ella de atrás hacia adelante logrando, luego de varios segundos, que la niña se calmara. Acomodó mejor la ropita de la bebé, y al levantar su mirada se topo con los ojos café oscuros del hombre observándola con admiración.

—Creo que tiene hambre —anunció la pelirroja algo nerviosa, volviendo su atención hacia su hija y acariciando sus sonrojadas mejillas.

—¿En serio? —preguntó el hombre haciendo una mueca de ironía, para luego dejar salir un ruidoso bostezo. Su voz sonaba ronca debido a los minutos de sueño que había tomado—. Yo también, pidamos algo de comida, ¿crees que le guste el sushi?

—Tony... 

—Si lo sé, yo también la veo más como una amante de la pizza, eso lo habrá heredado de ti porque-

—Tony, no estoy para tus bromas. —Lo detuvo ella, antes de que siguiera divagando—. Soy madre primeriza, no sé nada sobre niños.

—Lo sé, señorita Potts. —Rio él, arrastrándose sobre su silla para acercarse más a la camilla—. Estoy en la misma situación que tú, nena, pero no veo motivo para que nos alarmemos. Todos los padres alguna vez son primerizos y creo que esa es la forma en la que aprenden. Nosotros también lo haremos, ya lo verás.

Ella tomó una bocanada de aire y asintió, aunque seguía preocupada. Tenía miedo, le aterraba pensar que podría ser una mala madre, que sus pocos conocimientos arruinarían la forma de criar a su hija. Sólo quería ofrecerle a su nueva razón de ser una buena crianza, y no es que dudaba llegar a lograrlo, pero sabía que sería difícil.

—Además —volvió a hablar Stark, brindándole una brillante sonrisa, una de las tantas que utilizaba cuando estaba a punto de decir uno de sus típicos comentarios de suficiencia—, tendrá a la mujer más hermosa como madre y, claro, al hombre más guapo, rico, exitoso, sensacional, impresionante-

—Tony.

—... E increíble como padre.

Ella rio con fuerza. Si bien Stark era bastante conocido por su actitud presumida y vanidosa, Pepper conocía la esencia del verdadero Tony, del cual se había enamorado y, en cierto modo, la seguridad en sí mismo era una de las cualidades que ella más amaba de él. Sin embargo, y un tanto divertida, esperaba que su hija no heredara esas cualidades de su padre.

La pequeña criatura los miraba a ambos con la curiosidad creciendo en sus ojitos, los cuales Pepper juraba eran idénticos a los de Tony (cosa que francamente aún nadie podía asegurar). Tony acercó su mano hacia ella y su corazón dio un vuelco cuando la niña la aceptó gustosa, rodeando su pulgar con sus finos dedos de recién nacida. Stark jamás había percibido aquel sentimiento al que llamamos "amor" por nadie más que no fuera él mismo, pero en ese momento sentía que solo le importaba una cosa: el bienestar de Pepper y la pequeña criatura en sus brazos.

—Aún no hemos escogido un nombre para ella —dijo la pelirroja mirándolo y recordando que habían olvidado la primera cosa que suelen hacer los padres una vez que su hijo nace.

La verdad es que si tenían varias opciones para nombrarla, pero lo cierto era que aún no habían llegado a un acuerdo mutuo.

—Eso es cierto, ¿Qué te pare...?

Las palabras del multimillonario quedaron en el aire cuando la puerta de entrada fue derrumbada con fuerza de repente, causando un gran estruendo y dando paso a decenas de hombre uniformados y abarrotados de armas a más no poder. Pepper pegó un grito de horror y, antes de que pudiera darse cuenta, Tony ya se encontraba de pie luchando cuerpo a cuerpo con los tipos.

En el estado que se encontrada ni siquiera podía ponerse de pie, lo único que estaba a su alcance era sostener a su hija con fuerza contra ella mientras observaba con sus ojos llorosos a Tony intentando detener con nada más que sus brazos y piernas a los hombres que no paraban de multiplicase. Pero, lamentablemente, al ser más de veinte contra uno, bastó un simple descuido de Stark para que terminara derrumbado en el suelo con una herida de bala en uno de sus costados.

Pepper volvió a gritar de terror y se revolvió en su lugar cuando uno de los hombres se acercó a ella y le arrebató a la niña de los brazos, para luego junto a todos los demás uniformados marcharse del lugar como si nada hubiera sucedido. Ella, en medio de un llanto desesperado se arrastró apenas y como pudo hasta quedar en el suelo junto a Stark.

—Se la llevaron —dijo Tony en un susurro. 

Estaba perdiendo demasiada sangre en un muy pequeño lapso de tiempo y si no lo trataban enseguida algo podría terminal mal. Pero, a pesar del insoportable dolor físico que estaba sintiendo en ese momento, lo único en lo que podía pensar era en su hija. Su tesoro. Habían entrado y se la habían arrebatado como si se tratara de un simple objeto sin valor alguno. No encontraba palabra alguna para describir la sensaciones desgarradoras que su cuerpo estaba experimentando.

Pepper cerró sus ojos con fuerza, sollozó aún con más intensidad.

—La encontraremos —volvió a hablar Stark con su voz, la cual comenzaba a sonar más bajo conforme iban pasando los segundos—. Aunque sea lo último que haga la encontraremos, te lo prometo.

OUTSIDE THE DARK • STEVE ROGERSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora