iv. ¿señor?

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Miro el humo que asciende desde la taza de café caliente que mis manos sostienen y, en medio de un pequeño suspiro, pienso para mi misma que las mañanas jamás serán iguales de aquí en adelante

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Miro el humo que asciende desde la taza de café caliente que mis manos sostienen y, en medio de un pequeño suspiro, pienso para mi misma que las mañanas jamás serán iguales de aquí en adelante.

El día anterior no me había dado cuenta de aquello porque me levanté cerca de las doce del mediodía y me pasé, prácticamente, él día entero afuera recorriendo la ciudad. Pero en este mismo instante, que me encuentro desayunando en mi nueva cocina, completamente sola, no puedo evitar que ese pensamiento llegue a mi cabeza; ya no entrará mí abuela a mí habitación para despertarme, en cambio tendré que usar una tonta alarma en su lugar. Y mi abuelo no me esperará más en la mesa para desayunar juntos, en cambio tendré que hacerlo en compañía de la vieja radio que él me ha obsequiado antes de marcharme. Esto es probablemente una de las nuevas cosas de mi nueva vida a la que más me costará acostumbrarme. Jamás me ha agradado la sensación de soledad.

«Tal vez deba conseguirme una mascota para que la depresión no se apodere de mi», pienso mientras lavo la taza que he utilizado y la dejo en su lugar. Al fin y al cabo, siempre he soñado con tener un labrador, una las ambiciones que nunca pude cumplir debido a la alergia de mi abuela. Sacudo mi cabeza y me reprendo por pensar eso; ya no soy una niña de seis años, pronto seré mayor de edad y tengo que aprender a mantenerme por mi misma. Con mascota o sin mascota, debo hacerme la idea de independizarme.

Pero eso no me quita los nervios. Me he pasado la noche entera pensando con que me encontraré al llegar a la torre Avengers. ¿Estarán allí todos aquellos superhéroes con los que siempre me topaba en la TV? No tengo idea, pero debo admitir que me emociona un poco la idea de cruzarme con Bruce Banner, por Dios, uno de los mejores científicos de los que he leído alguna vez.

Mi teléfono comienza a vibrar sobre la mesa de vidrio y con rapidez lo tomo, sabiendo que no se puede tratar de nadie más que mis abuelos.

—Hola.

—Cariño, hola —dice mi abuela con su voz endulzada—. Me alegra que ya estés despierta, temía que te quedaras dormida en tu primer día como una "Vengadora" —noto las comillas en su voz al pronunciar la última palabra.

—Sé no soy una persona madrugadora, pero francamente ni siquiera pude pegar un ojo en toda la noche —dejo salir una risita sin gracia.

—¿Nervios? —cuestiona, por lo que un ruido extraño y similar a un "mmjm" procede desde lo profundo de mi garganta—. Cielo... mantén la calma, recuerda y grábate en la cabeza que detrás de todos esos imponentes trajes y superpoderes no hay más que seres humanos comunes y corrientes, con miedos e ilusiones al igual que tú y yo.

Asiento con mi cabeza aún consciente de que ella no puede verme. Sus palabras me dejan pensando un poco, y es que son tan verídicas... Son casi incontables las veces que los Vengadores han arriesgado su propia vida por salvar las de las demás personas del planeta, pero uno jamás se pone realmente a pensar en como se deben sentir ellos. Sus temores, esperanzas... ¿tendrán familia?, ¿alguno de ellos estará casado o comprometido? Si la respuesta es un si, se me hace imposible entender el porque de su persistencia en proteger a la humanidad como si se tratarán de un escudo.

OUTSIDE THE DARK • STEVE ROGERSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora