Un intruso

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3eeer día de maratón, ho si nenes😎, en fin, disfrutenlo ❤

Bree

Me remuevo un poco para sentir la divinidad de la textura que tienen las sábanas sobre mi.

Giro un tanto para acomodarme mejor, cuando doy el tercer giro me detengo por miedo a caer. Busco con mis manos la orilla de mi cama, pero lo último que siento es una cama.

—UN INTRUSO— grito y me levanto de golpe con las sábanas envueltas en mi cuerpo. Tardo unos segundos en darme cuenta de mi panorama y el intruso en este lugar, creo ser yo.

Tiesa veo a mi alrededor. Todo esta elegantemente adornado. Madera tallada se encuentra en todos los muebles.

Visualizo un gigante ropero rústico, una pequeña sala, una puerta que parece ser el baño, un gran Televisor, hermosas alfombras grises cubren el piso barnizado de caoba. Todo esta tan delicadamente ordenado, que me da miedo romperlo con la vista.

Escucho un quejido de aquel intruso y tomo lo primero que esta a la mano; una sombrilla.

Me acerco a él lentamente con la sombrilla delante mío señalando.
Cuando me acerco demasiado, noto su trabajada y desnuda espalda. Por inercia me reviso y no tengo mi vestido de noche, sino, una camiseta de hombre.

—Mierda— susurró intentando no dejar entrar al pánico. ¿Sera qué ese hombre y yo tuvimos...?, ¿YA TUVE MI PRIMERA VEZ?, ¿CON UN DESCONOCIDO?.

<<Por lo menos no es feo>>

Dios soy tan estúpida. ¿USO CONDÓN?, ¿ESTARÉ EMBARAZADA?. Mierda, mierda, y más mierda.
Inicio a dar vueltas por toda la habitación mientras pienso en todo tipo de escenas donde soy desflorada por alguien quien no conozco.
Vuelvo a escucharlo quejarse y me pongo en posición de defensa con mi fiel amiga la sombrilla.
Lo observo cautelosa girar hasta quedar sobre su pecho y tener su rostro de lado contrario a mi. Una de sus manos cuelga de la cama, mientras que la otra esta estirada libremente sobre el colchón. Rodeo lentamente para enfrentarme a aquel sujeto y dejo caer perpleja la sombrilla a mis pies. Podría decir que quedar desflorada por un desconocido es mejor que haberlo hecho con quien está frente a mi.

El mariscal de campo duerme plácidamente frente a mi. Mechones de su rubio cabello están por todas partes. Se ve tan tierno dormido, se ve tan vulnerable y nada hiriente.

Lo veo volverse a remover y me vuelvo un pánico andante. Observo hacia todas direcciones en busca de una salida y lo recuerdo, el baño. Corro sin algún cuidado hasta llegar al baño y encerrarme ahí de un portazo.

Deslizo mi espalda por la puerta hasta llegar al frío piso.—  Por lo menos tengo mi ropa interior conmigo.

Necesito llamarle a Charlotte pero es ahí donde recuerdo que NO SE DONDE MIERDA ESTÁN MIS COSAS.

Suspiro aliviada y me levanto del piso para aprovechar mi huida al baño.
Lavo mi rostro y atiendo mis necesidades.

Me veo al espejo y agradezco no tener más maquillaje gracias al agua y al jabón. Recojo mi cabello en una desordenada moña y armada de fuerzas me dispongo a salir.

Cautelosa cierro la puerta y estoy lista para verlo dormir, o eso creo. Giro temerosa esperando verlo ahí, tendido en la cama, pero lo único que veo es a una integrante del personal de limpieza, me observa de pies a cabeza y yo lo único que veo es la ropa que tiene entre sus manos.

—Aquí tienes, dúchate, arréglate y sal de aquí, tus cosas están sobre el pequeño sofá del rincón— la observo ceñuda y ella aclara— el joven de la casa lo ha pedido así.

Esta por marcharse cuando la detengo.

—¿El joven de la casa?.

—Si— responde— el mismo que te trajo aquí anoche, mientras pasaba tu etapa de ebriedad.

Siento el calor subir a mis mejillas, que pena.

—¿Él esta aquí?— le pregunto

Se encoje de hombros.— Esta es su casa, y no te quiere en ella— dicho esto, me da la espalda y sale.

En un tiempo récord me pongo todo lo que llevaba anoche a excepción de mis tacones. Mi celular se quedo sin pila y ahora lo detesto más que antes.

Salgo de la habitación en silencio y recorro discretamente los pasillos tan elegantes y cálidos, hasta llegar a unas grandes escaleras de mármol y barandilla de madera barnizada. Todo bajo ellas es tan costosamente elegante, este chico debe ser rico. En seguida visualizo la puerta de entrada y la veo tan lejos ahora que mi cabeza aumenta sus punzadas. Tantas que la luz se vuelve insoportable.

Bajo cada escalón con cuidado de no caer y me siento toda una cruda campeona al llegar al último escalón sin rasguño alguno. Me enderezo e intento progresar mi camino sin llamar la más mínima atención de cualquier alma que en el lugar se encuentre. Aún que creo que un panteón tiene más compañía que esta casa. Es tan hermosa y tan sola.

Tiene hasta una piscina trasera, y lo sé por los ventanales que se encuentran en el pasillo de la planta alta. Sus jardines son segadora mente verdes y tan bien cuidados, que yo en este lugar tendría un parque para niños en mi jardín.

Suspiro un poco mientras veo el bello tapiz de las paredes y el contraste perfecto que hace con las pinturas que de esta cuelgan. Que daría yo por semejante hogar.

Doy mis últimos pasos antes de llegar al pomo de la gigante y blanca puerta. Lo toco lentamente como si esperara que alguien me detuviera, cuando lo único que me detendría en este lugar es un fantasma. Lo giro poco a poco y abro la puerta, dejando así la claridad quemar mis pupilas.

-Joder- cubro mis ojos y retrocedo del umbral, los entre-cierro para salir sin morir antes, pero una voz hace de mi y mi piel una gallina.

—¿Huyendo?— Me transformo en una estatua cuando reconozco su voz. Santas chanclas de Cristo, apiádense de mí, por favor.

Todo por un Touchdown °|ADJ#1|°©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora