Capítulo 10

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"Hay oscuridad en la vida y hay luces, y tú eres una de las luces, la luz de todas las luces." (Bram Stoker)


Era una pesadilla. Lo sabía. Esa era una de las pocas certezas que tenía cuando aparecía en aquel lugar. Lo que miraba, podría haber sido la realidad. De hecho, habría creído que lo era si no fuera porque era imposible. Porque lo que escuchaba, o a veces veía, o sentía... no existía más.

Adrienna estaba muerta. Ese era un hecho, una certeza. Así que escucharla, su voz, su risa, no era real. Era una pesadilla.

Y, sí, habría sido un sueño, pero era asfixiantemente doloroso escucharla y saber que no había nada que pudiera hacer por ella. Ya no. Por eso era una pesadilla, porque sabía que no era real, porque dolía como el infierno y porque no importaba lo que hiciera, no lograba despertar.

Sabía que no era real y, sin embargo, no podía abrir los ojos y salir de ese lugar.

A veces, después de escucharla, podía verla. No llegaba a tocarla, pues por mucho que extendiera la mano en su dirección, siempre parecía estar a unos centímetros de las yemas de sus dedos. Casi podía alcanzarla, pero no realmente. Era solo un engaño. Un truco.

Quería salir de ahí. Quería gritar y huir. Aunque, por supuesto, no estaba seguro de si quería huir lejos de ella o ir hasta su lado y atraparla. ¿Y qué sucedería si lo intentaba?

Nada. Porque no era real. Y, por mucho que luchara, ella siempre estaría un paso delante. Solo uno, pero la trascendencia de tomar ese camino hacía toda la diferencia. Bien podía ser un abismo y, si había algo que él sabía, era que no quería saltar hacia el vacío.

Aun no, de cualquier modo. Un día, sí. Ahora, no.

Ahora solo quería...

–Despierta, Cam.

Despertar.

–Cam, despierta –Alina volvió a sacudirlo, con suavidad–. Estás teniendo una pesadilla –no preguntó. Era más una certeza. Camden abrió los ojos–. ¿Estás bien?

–No.

–Tan comunicativo. Creo que estás bien –Alina sonrió un poco–. No duermas, solo cierra los ojos –Lina acarició los mechones de su cabello, distraída–. Estabas inquieto. Creo que hablabas. ¿Qué soñabas?

–No era un sueño.

–¿No?

–Era una pesadilla. Son dos cosas totalmente diferentes.

–¿Ah sí? Yo pensé...

–Créeme, cuando has tenido suficientes pesadillas sabes que son tan diferentes como el día y la noche.

–Y, aun así, se complementan. El uno no existe sin el otro.

–Luz y oscuridad. Como tú y yo –Camden clavó sus ojos oscuros en ella–. ¿Cómo te sientes tú?

–Preocupada por ti, así es como me siento.

–No. No por mí. Por ti, solo por ti. ¿Cómo estás?

–Bien. Te extraño.

–¿De nuevo con eso? Ya te dije que siempre puedes visitarme y...

–No. Al lugar que tú vas no puedo visitarte. No creo que permitas entrar a nadie más, de hecho.

–No sé qué quieres decir.

–Oh, sí que lo sabes.

Camden se quedó en silencio por un largo momento. Volvió a cerrar los ojos y escondió el rostro en el regazo de Alina.

Infinitamente - Primera Parte (Sforza #7)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora