Prólogo

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"Ni esta hoja, ni cien hojas como esta, darían para todas las cosas que tendría que decirte, todas las cosas que mereces saber." (Anthony Doerr)


No sé por qué lo hice. Si lo pienso en retrospectiva, no tiene el menor sentido. Pero, en eso, precisamente en eso consiste la estupidez humana, ¿no? Sí. Realizar cosas idiotas en momentos insólitos. Llevar a cabo hazañas tontas que, con el pasar de los años, comprendes no tuvieron su razón de ser y se van desdibujando en los rincones de tu mente. Relegas la estupidez y la conviertes en algo llamado experiencia. Suena bien. Y, al fin y al cabo, pasó. Para ti, quizá para ti.

Solo que, ¿y si tu idiotez afectó a alguien más?

No. No tiene sentido. No sé por qué lo hice. Y, sin embargo, así fue. Quiero excusarme en el dolor, en la pérdida y el desconcierto que causa la muerte de alguien amado. Sí, en aquel entonces tuvo sentido. Quería llenar el vacío que sentía en mi interior, al mismo tiempo que lograba que alguien más sintiera lo que yo. Dolor. Pérdida. Ira. Impotencia.

Lo admito. Ahora puedo hacerlo libremente. Te herí, consciente e intencionalmente porque así lo quise. Y tienes razón en odiarme.

Yo... no sé para qué me esfuerzo escribiendo algo que no llegarás a leer.


Leyó una vez más las palabras que había escrito, tomó la hoja en su mano y la arrugó lenta y sistemáticamente, intentando pensar que era su corazón el que tenía en su puño, maleable y sometido a su voluntad. Quería que dejara de latir tan erráticamente, acelerado con la sola idea de ella.

Sí, la había visto nuevamente. Tras diez años... y no le había tomado ni cinco minutos reconocerla. Cerró los ojos, apretó la mandíbula e inspiró hondo.

Olvidarla. Dejarla atrás. Aceptar lo que nunca sería.

Después de todo, todo lo que él había hecho, sería un completo imbécil si mantenía una leve esperanza.

Qué irónico que, en medio del torbellino de su dolor e idiotez, del daño que había causado, él hubiera terminado enamorado. Demasiado tarde. Muy poco había hecho por ella y demasiado tarde se había detenido, haciendo lo único decente que pudo. Dejarla.

Ojalá hubiera podido hacer más. Quizá si no hubiera iniciado... o si otras hubieran sido las circunstancias... Pero, los tal vez no existían, y la realidad había sido que él, Camden Sforza, se había esforzado por destruirla y pisotear uno por uno los sentimientos que ella había cultivado cuidadosamente por años.

Y no se había arrepentido. Se había entregado a la autodestrucción con un gusto extraordinario. Probablemente ahí estribaban sus errores. Nunca, mientras estuvieron juntos, y ni tan siquiera meses después, él se había arrepentido. No admitía que erró, que se aprovechó, que no debió... Errores, decisiones... Ojalá no la hubiera arrastrado a ella. Ojalá...

Infinitamente - Primera Parte (Sforza #7)Where stories live. Discover now