Capítulo 1

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"[...] siempre ha habido personas que, sintiendo que su vida se ha vuelto más difícil y dolorosa de lo que son capaces de soportar, llegan a creer que lo único que pueden hacer es adelantar su partida de este mundo.

–Quieres decir que se suicidan, ¿no?

–Eso es.

–¿Y funciona? Quiero decir: después de muertos, ¿son más felices?

–Algunas veces. Por lo general no. Sucede lo mismo que con los que creen que marchándose a otro lugar serán más felices; tarde o temprano acaban descubriendo que no es así como funcionan las cosas. Por muy lejos que te vayas, nunca podrás huir de ti mismo." (Neil Gaiman)


Diez años antes

Era una mañana inusualmente cálida en medio de aquel otoño que había sido inclemente en ofrecer un frío que había calado hondo en la ciudad. Se removió, incómodo e intentó aflojar la corbata que lo asfixiaba. Sin duda alguna, no se había inventado un instrumento de tortura tan efectivo como aquel. ¿Y aún había hombres que lo llevaban todos los días? ¡Demonios! ¿Cómo lo hacían?

A sus diecisiete años apenas cumplidos, no habían sido demasiadas las ocasiones en que había tenido que ir en un atuendo estrictamente formal. Para fiestas formales en general. O bodas. O funerales.

Cerró los ojos, apretó las manos en puños para evitar alcanzar nuevamente el nudo de la corbata. Si lo deshacía, su hermano lo mataría. Ya sería la cuarta vez que debería ayudarlo con eso y no estaría feliz de dejar a su novia de turno para atenderlo a él.

Inquieto y cansado de esperar, decidió dirigirse al lugar por sí mismo. Solo. ¿Acaso el ir acompañado cambiaría algo? Evidentemente no.

En fin, si tomaba el auto, sus padres enloquecerían. Decididamente lo haría.

Subió al asiento del conductor, encendió y aceleró a fondo, alejándose de la casa, como si estuviera en una persecución o como si tuviera algún lugar importante al que ir y estuviera ansioso.

Las dos eran correctas. Lo perseguía el dolor y la culpa. Y, aunque no estaba ansioso, sí quería llegar y terminar. Fingir que lo dejaba atrás cuando sabía que sería imposible.

¿El funeral de tu novia, que apenas había cumplido dieciséis? No, no podría deshacerse de aquello muy pronto.

Frenó en seco. Dio un par de golpes al volante y tomó aire varias veces. No. Aún era muy pronto para perder el control. No podía. No ahora. Ese día, no.

Unos golpes en el parabrisas hicieron que maldijera el instante en que se detuvo ahí, a plena vista de todos. Espió de reojo y soltó el aire al ver de quién se trataba.

–Tú –murmuró. Hizo un gesto con la cabeza, señalando el asiento a su lado. Ella sonrió y se subió al auto–. Hola.

–Hola –parecía decidida a decir algo más pero, ante la expresión de su rostro, calló. Él se lo agradeció–. Llegaste temprano.

–¿Sí?

–Sí.

–¿Y tú por qué estás aquí?

Ella pestañeó varias veces y se aclaró la garganta. Desvió la mirada antes de contestar.

–Lo quería así.

Esa frase hizo que su corazón se encogiera. "Lo quería así" resumía perfectamente como había sido todo. Y, aun así, él no lo había sabido. Él, de entre todas las personas, debió haberlo sabido.

Infinitamente - Primera Parte (Sforza #7)Dove le storie prendono vita. Scoprilo ora