(( 다섯 ))

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Changbin amaneció de muy mal humor, casi no había dormido y su madre lo levantó para que se vaya a hacer las tareas del hogar. Tenía un dolor de cabeza que era tan fuerte que hasta se podía comprar a la de una resaca de discoteca.

La habitación estaba un poco oscura, carecía de luz porque las persianas estaban bajadas. Un destello de la vieja lámpara de su comodín, se hacía presente iluminando con sutileza el rostro del joven que se reflejaba en ese empolvado espejo. Tocándose levemente las mejillas, sus labios, acariciándose su firme mandíbula. Él era la viva imagen de la belleza, una valorada sólo por pocas personas.

Lleno de un sentimiento extraño, seguía contemplándose en el espejo. Le encanta observarse, su narcisismo daba sus frutos en esos escasos momentos de soledad. Poco a poco se quitaba su vestimenta. Primero por su típica gorra que cubría su suave cabello azabache, a continuación, retiró su sudadera dejando expuesta su llamativa piel blanquecina, después los vaqueros que tapaban sus fornidas piernas y finalmente la ropa interior así dejando todo al descubierto. Se quitó la máscara que formaba la falsedad en su vida, se quitó toda esa faceta de niño bueno que se suponía que era, se quedó desnudo ante sus ojos. Su verdadero ser saliendo a flote, su otro lado de él, uno que casi nadie conocía y que jamás alguna persona quisiera conocer.

De repente, ya no reflejaba el espejo su rostro egocéntrico, sino que una cara pálida y ojos ensangrentados se hacían presente. Sonrió fríamente, pero no estaba de humor para ser de nuevo visitado.

Con mucha flojera decidió darse un baño para aliviar el terrible dolor de cabeza que lo estaba consumiendo. También aprovecharía para purificarse, él no estaba corrompido del todo. Se encaminó y giró del grifo así saliendo el agua caliente llenando la bañera, el vapor subía y subía calentando el baño dando un ambiente agradable.

Primero metió un pie, después sumergió su cuerpo entero. El agua tibia relajaba cada uno de sus músculos dando una sensación agradable, desestresándose y olvidando por un segundo todos los problemas de su vida. Curiosamente su piel tenía un particular aroma a rosas, gracias a un perfume que le había regalado su progenitora. Le encantaba ese olor, que penetraba sus fosas nasales con delicadeza. Changbin tenía un gusto muy fino cuando se trataba de olores.

Después de una hora en el paraíso relajándose en la tina, se fue a vestirse y a leer un libro en su habitación. Sin duda ese día le estaba yendo bien a pesar de su mal humor mañanero y no quería estropearlo. Changbin adoraba leer novelas policíacas, sobre todo si se trataban de misterios complejos.

De repente su estado de confort desapareció. Un aura se estaba avecinando y de acto reflejo, miró el borde de su cama. Allí se hallaba una silueta blanquecina de una mujer, se distinguían perfectamente unos ojos rojos endemoniados. Se sobresaltó al principio por la sorpresa, pero al segundo se relajó. Por muy raro que pareciera, por muchos demonios que él tenía, no era normal que un demonio apareciese en plena luz del día.

—Buenos días. —Saludó aquel ente con una voz que daba escalofríos.

—¿No se supone que apareces de noche para atormentarme? —Era extraño que apareciesen en esos momentos.

No respondió, el silencio reinó en la habitación.

Su sonrisa ladeada era tétrica, pero con la belleza femenina que tenía, hacía un contraste perfecto. No podía parar de contemplar esos ojos escarlatas que eran hermosos y aterradores a la vez. Con la profundidad que el ente te miraba, hechizaba completamente.

Se dio la vuelta y ella desapareció. Le pareció todo muy extraño, casi nunca tenía visitas inusuales como esta. Abrumado, se envolvió con un albornoz y bajó hacia la cocina para preparar su almuerzo.

la rosa negra »changlixDonde viven las historias. Descúbrelo ahora