(( 네 ))

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Aquel día no tenía nada importante que hacer, se la pasó la tarde entera deambulando entre las calles por todo el distrito. Fumando su cigarrillo diario, comiendo su usual bolsita de golosinas, se entretenía mirando el horizonte con su cabeza ida. Estaba así por los acontecimientos recientes que habían ocurrido, que estaban poniendo patas arriba su vida. Quería ser libre de una vez por todas, de las ataduras que la unían con ese sucio y aterrador mundo.

Entonces, él decidió ir al parque nuevamente y pasar el rato en su lugar favorito, un cedro centenario que lo ayudaba con los horrendos días de calor proporcionando su refrescante sombra, y sitio donde se encontraba a esa particular muchacha. Unos metros antes de llegar a su destino, divisó a lo lejos a la chica de cabello rubio, con un hombre junto a ella demasiados juntos y acaramelados. El sujeto con un aspecto que llamaba la atención. Changbin lo analizó completamente. Vio que su cabello mal teñido en vez de rubio, más bien parecía esa mierda amarilla de bebé. No era por criticar o algo, sólo es que algunas deseaban ser más apuestos, pero acaban como vómito de gato. El que cuyo rostro parecía que la hubieran pegado con harina en la cara, lo miró con cara de asco y cierto recelo. Cuando Changbin cuando contempló esa escena, sintió unos escalofríos que le recorrían la espalda y notaba pesado su pecho por una leve presión que se hacía presente. No quería admitir que estaba celoso, pero eso era más que evidente. Mina se dio cuenta de su presencia y sonrió con su típica sonrisa pícara, tenía ganas de divertirse un rato.

—Veo que estás ocupada, ya os dejo solos. —Añadió el pelinegro con el ceño ligeramente fruncido.

—Changbin espera, te presento a mi primo Jinyoung. —El nombrado lo saludó y le devolvió el saludo con una sonrisa falsa.

No se la creía, esa mentira era muy obvia. Pero él tampoco tenía ganas de desmentir ni de reclamar, se quedó ahí callado mirándolos con una cierta decepción.

—Mañana nos vemos... Adiós. —Mintió para salir de esa situación incómoda.

En ese momento le hervía la sangre al chico, estaba furioso. Por poco sus demonios, se apoderaban de él haciéndolo matar a alguien y empezar a pecar. Horribles sensaciones, molestos e impuros pensamientos se hacían presente, pero los rechazó. Estaba celoso sin quererlo. Pero por otro lado se sintió mal por sentir celos cuando ellos no eran nada.

Changbin se fue caminando por la calle, y por pura casualidad se encontró con su querido mejor amigo Felix, que al verlo se alegró muchísimo. Los dos se dirigieron hacia la casa del menor para pasar el rato.

Cuando llegaron se sentaron en el suelo de la terraza, un hábito que tenían siempre que estaban arriba. Desde ahí se podía ver todo el barrio, se veía gente caminando, coches circulando, chicos peleando y más cosas típicas de su zona. Típico del distrito 9.

—Binnie-hyung ¿qué te pasa?, te veo molesto amigo. —Musitó el castaño.

—Mis ataques de celos... —Reveló el mayor con su ronca voz retumbando en los oídos del contrario.

Lee al escuchar eso frunció el ceño bastante molesto. Pero se de inmediato se percató que su amigo tenía ciertos destellos rojos en esos ojos negros viendo la más profunda oscuridad en ellos. Alerta, eso era muy mala señal, estaba aterrado, estático sin dejar un paso en falso, conocía muy bien esa situación.

El pelinegro se levantó empezó a reír de forma siniestra y aterradora, inmediatamente se desmayó de golpe.

Después de algunas convulsiones en el frío suelo de la terraza, se estaba retorciéndose como si hubiera sido envenenado, se veía que no podía respirar por el rostro en tono rojizo que tenía y cuando se levantó, sus orbes se volvieron de un color carmesí que con solo verlos te hacían estremecer. Estaba teniendo una vista bastante perturbadora, algo que sin duda no era agradable de ver y mucho menos cuando es Changbin quien sufría aquello. Felix, que estaba espantado y temiendo por las acciones de su amigo, se alejó un poco del estaba siendo poseído, no era la primera vez que ocurrían estos incidentes. Era común que el muchacho dejara ver su verdadera faceta cuando ellos dos estaban a solas, porque él sabía sobrellevar bien estos momentos de alta presión.

Repentinamente se sentó, se quitó su gorra poco a poco con una sonrisa tétrica. De la nada, como si fuese por arte de magia, sacó un velo amarillo y se lo colocó con bastante torpeza. Aquel color limón, un color que representaba al demonio avaricioso, atrayente del dinero y las risas.

No faltó mucho tiempo para que una risa histérica y chillona opacó por completo los oídos del menor.

—Quiero azúcar... —Ordenó Changbin endemoniado con una voz distorsionada sin dejar su enorme carcajada.

Felix, sin rechistar se fue a la cocina y trajo azúcar que le había pedido. Se lo ofreció aún temeroso, y con miedo a ser atacado o que algo malo pasara, retrocedió corriendo. El endemoniado agarró unos terrones de azúcar para el té y empezó a masticarlos saboreando el dulce gusto en su paladar.

Mantenía la vista fija a la pared mientras seguía tragando, hasta después haciendo lo mismo, de repente éste cayó nuevamente, alterando así a su amigo que estaba atento a todos sus movimientos. Felix suspiraba aliviado mientras cargaba a su hyung en su ancha espalda y se lo llevaba hasta su habitación para recostarlo en la cama.

Inmediatamente llamó a la madre del pelinegro.

—Felix, hola hijo. Dime, ¿qué pasa? —Dijo el otro interlocutor desde el móvil.

—Hyung fue poseído en mi casa, gracias a dios no hizo nada malo.

—¡Oh virgen santísima!, déjalo dormir en tu casa —Expresó preocupada. Se quedó callada unos segundos— Por cierto, ¿Quién lo poseyó hoy?

—Tenemos suerte, está vez lo poseyó uno tranquilo...

la rosa negra »changlixWhere stories live. Discover now