28 ¿Tienes hombres?

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No sé qué hacer.

Pienso, pienso y pienso. Me estrujo el cráneo intentado encontrar alguna salida a todos estos años de engaño.

Siempre he buscado al chileno del que se decía ser un padre cobarde, ocultando todos sus movimientos tras la imagen de su hijo. Es decir, que aquél que conociese al hijo, ni siquiera sabía quién coño era el chileno. Por eso era difícil encontrarle. Y para colmo, ahora me entero que no es así, sino que es el viejo quien da la cara, y el hijo, el cerdo que da las órdenes. Órdenes... Como la de matar a mi padre.

Siento la furia amenazando con hacerme perder los estribos. La mente, encerrada en un bucle de especulaciones sobre dónde y cómo estará Tom.

Su vida me importa más bien poco, pero siendo honesta... Es mi único aliado en este mundillo.

- Norah - Jhon me acaricia el hombro con la mano. Con la otra, me quita los papeles de las manos, los deja caer sobre la caja, y me mira.- Tienes que hablar con Derek. No podemos hacer esto solos.

Me duele el orgullo de solo pensar en pedirle ayuda a Derek. Lo he tenido apartado de mi mundo y haciendo las veces de mi chico de los recados durante todos estos días. Nada me jode más que tener que comerme mi propio orgullo, dejarme azotar por la realidad, y darme cuenta de que no puedo hacer otra cosa.

Resoplo, frustrada. Aparto la caja de un manotazo y me levanto, dispuesta a ir directa hacia Derek. Siento a Jhon seguirme de cerca en cuanto salgo de la cocina.

Voy hacia la biblioteca donde sé que Derek suele pasar los ratos libres que no le ando mandando acompañarme. No está. Me dirijo hacia el salón, tampoco está. Me dispongo a ir a su habitación, esperando encontrármelo allí, pero me quedo totalmente atontada cuando, al pasar frente a la cristalera que da acceso a la piscina, me lo encuentro tomando el sol sobre mi hamaca.

Será golfo.

Sopeso la idea de ir a darle un toque de atención y sacarlo de ahí a golpes. Ni siquiera Jhon, llevando tantos años como lleva a mi servicio, se le ha ocurrido tocar esa zona de confort sin mi permiso.

Tranquilízate... Tienes que pedirle ayuda, no enfadarlo.

Suspiro. Mi conciencia tiene razón, así que me tomo unos segundos para relajarme. Tras unas cuantas bocanadas de aire, y un poquito de paciencia reunida, abro la cristalera corredera y camino hacia él. No tardo en darme cuenta de que Thomas está con él, pero en lugar de tomando el sol, está dándose un rico bañito en mi piscina.

La madre que los parió.

Me como mi mala leche, respiro hondo una vez más, y me siento en la hamaca que está junto a la que descansa Derek.

- ¿Disfrutando el tiempo libre?- no puedo evitar que en mi voz se note un pelín de reproche.

Derek, sin quitarse las gafas de sol, ladea la cabeza en mi dirección.

- ¿Quieres que me largue?

- En otro momento, no dudaría en darte una patada en el culo para que te fueras - me mira, le miro. Se baja un poquito las gafas de sol, lo justo para dejarme atisbar una fina línea de sus ojos azules por encima de los cristales.- Pero... Hoy necesito hablar contigo.

- Uauh...- suelta con fingida sorpresa. Se coloca bien las gafas de sol y se acomoda de nuevo en la hamaca.- Y eso se debe ha...- indaga, sin siquiera mirarme.

No soporto ests tontería, sus aires de chulo y el misterio que pretende darse él solito. Sin más dilación, suelto con fuerza el aire de mis pulmones, y con él, lo que tengo que decirle. Cuanto antes lo haga, mejor.

Norah Fox Where stories live. Discover now