25 No sé dónde vas, pero no vas

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En cuanto suena el despertador, me levanto y me deslizo cual gusano hacia el cuarto de baño. Necesito una ducha, me siento tremendamente cansada.

No sé si será que me ha venido de golpe todo el cansancio por el viaje, el pequeño encontronazo con Derek en mi despacho, o esa llamada inesperada de Dakota cuando me metí ayer en la cama. Creo que es lo de Dakota, sí... No recuerdo muy bien lo que me dijo, estaba agotada y el sueño ganó la batalla a sus jugosos chismes. Pero me parece que me dijo que quería verme.

Como no estoy segura, y paso olímpicamente de tener que escucharla gritar y patalear como una niña pequeña, creo que lo más conveniente es que me pase por su casa, la recoja y nos desmelenemos un poco mientras tomamos unas copas. Además, así no tengo que verle la cara a Derek hoy.

Me tomo el tiempo que necesito en la ducha y desconecto. Me relajo sintiendo cada músculo de mi cuerpo derretirse ante el golpeteo del agua, y el olor a menta del champú envolviéndome de pies a cabeza.

Umm... Me encanta.

Me encanta tanto, que hasta me cuesta salir de la ducha cuando mis tripas rugen pidiendo a gritos la primera comida de la mañana.

Me cuesta, pero cedo. Ya no solo porque tengo un hambre tremendo, sino porque sé que necesito fuerzas para aguantar a Dakota. Ya queda muy poco para el día de su boda, así que estará que se sube por las paredes.

Cuando entro en el vestidor, dejo caer la toalla negra que envolvía mi cuerpo, y empiezo a ojear qué ponerme. La verdad es que estoy indecisa. Me encanta vestir como lo que soy; una mujer de negocios, una cobra vidas, alguien que no perdona y a quien se las pagan con creces, alguien... Que tiene a quien quiere, pero no quiere a quien tiene.

Sí... Así soy. Aunque a la gente le cueste creerlo, y hasta me critiquen por ello, no tiene sentido negar la personalidad que los golpes de la vida me obligaron a tener. A veces me duele saber que no podré tener una vida normal, con un trabajo aburrido y, ¿quién sabe? quizá hasta con un mocoso corriendo por casa. Pero me consuela saber que, ya que eso no podrá ser, soy la mejor jugando con las cartas que me han tocado jugar.

Para cuando me doy cuenta y escapo de mi burbuja, me percato de que mi subconsciente a sido inteligente y ya ha escogido por mí. Giro sobre mis talones, quedando frente al espejo de cuerpo entero, y me encanta el estilazo que tengo aún y cuando me visto son querer. De verdad, estos vaqueros negros con roturas hasta en los lugares más insospechados, y la camiseta basica de tirantes azul cielo a juego con mi Vans, me hace parecer hasta inocente.

Inocente. Vaya disfraz que me gasto cuando quiero.

Me deslizo por la escalera, siendo testigo de un silencio extraño que gobierna mi casa. Y digo extraño, sí, porque aunque antes era algo común y hasta relajante, desde que Derek apareció en mi vida, el silencio había pasado a ser algo así como un puto mito.

Entro en la cocina y me encuentro con que Alise tampoco está. En su lugar, encuentro una nota en la que me anuncia que ha salido para hacer unas compras, y que mi desayuno está preparado sobre la mesa. Eso ya lo he visto, lo he olido, y hasta le he dado un mordisco a la tostada mientras leía la nota de Alise.

Me siento en la silla, lista para engullir el café, el zumo de pomelo, y las dos tostadas con mermelada de albaricoque que me esperan. Doy otro mordisco a la tostada, y mientras el sabor me impregna la boca, los rayos de sol que se cuelan por el ventanal acarician la piel de mi cara, en una invitación silenciosa por salir a la calle.

Que paz.

- No sé dónde vas, pero no vas - la voz autoritaria de Derek me sorprende a mi espalda.

Norah Fox Tahanan ng mga kuwento. Tumuklas ngayon